Un elogio a la sagacidad

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Una parábola desconcertante. Algunos la consideran “la más escalofriante” de todas. Sabemos que, para en­tender su mensaje, lo mismo que ocurre con las demás, debemos descubrir la contra­dicción que encierra, allí apa­rece la lógica del Reino que, como sabemos, escapa a la ló­gica humana: “Y el amo feli­citó al administrador injusto, por la astucia con la que había procedido”.

Una actitud que debieran cultivar todos los que se dedi­can a hacer el bien, así como lo suelen hacer los que se empe­ñan en sembrar el mal: “los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”. Pienso que ese es el motivo dominante donde debemos centrar nuestra mi­rada.

El administrador corrupto de la parábola supo detenerse a reflexionar y discernir lo que convenía hacer cuando fue des­cubierto por su amo en un mal manejo de las cuentas. Al­gunos intérpretes piensan que la parte que este empleado re­baja sería lo que le correspondería de comi­sión por las ventas reali­zadas, las que a lo me­jor estarían infladas.

Fijémonos, en todo caso, que la alabanza del amo no va dirigida al administrador, pro­piamente dicho, sino a la astucia con que actúa. Llegado el momento crítico de su vida supo descubrir que el dinero no era lo más importante, sino asegurarse amigos para el futuro.

Es precisamente la astucia de este hombre lo que los discípulos de Jesús deben imitar para realizar el bien en el mun­do. Es como si dijera: la misma herramienta que el malvado utiliza para hacer la maldad quisiera que la utilizara el hombre honesto para llenar el mundo de bondad. No se trata, pues, de la alabanza a la falsificación de cuentas, sino de de­tenernos a reflexionar y discer­nir cómo podemos realizar el mayor bien posible tal como el administrador desaprensivo di­ligenció salir airoso del atolla­dero. Bastante creativo el personaje.

Ahí está la clave. El segui­dor de Jesús debe ser creativo si quiere salir airoso en su esfuerzo por sembrar la semi­lla del Reino. El adminis­trador infiel de la parábola descubre, en su reflexión, la importancia de los otros. Hasta ese momento veía en cada uno de ellos clientes a quienes procuraba facturar la mayor cantidad po­sible de los productos que distribuía. ¡A mayor facturación mayor comisión! Ahora quiere establecer con ellos una rela­ción de amistad.

Es cierto que podríamos considerarla una falsa amistad; pero aquí lo que se alaba es la astucia con que procede. Es lo que Jesús quiere que sea imitado. ¿El fin justifica los me­dios? No, el fin exige que se busquen los medios.

Insisto. La parábola nos in­vita a hacer “irregularidades” para sembrar el mundo de bondad. Es precisamente lo que hace Jesús continuamente a lo largo de su ministerio. Comete tantas “irregularidades” que las autoridades de su tiempo lo persiguen hasta quitarle la vida.

 

Sus cuentas no cuadran con los libros que ellos manejan. Sus “irregularidades” son tantas acciones en favor del prójimo que hacen visible el Reino de Dios.