Un eminente profesor afirmó: “los pueblos sin formación son como los niños: se comen todos los caramelos y luego sacuden la funda llorando, porque se acabaron”.
Jesús razona igual: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, ustedes se van a quedar fuera y llamarán a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él les replicará: “No sé quiénes son.” (Lucas 13, 22 – 30).
Aquí, nos apuramos poco por progresar. Nuestros Obispos hace años nos han avisado: “…cuando las cosas no se hacen bien y no se ponen remedios a tiempo, el mal se agrava y llegado un momento revienta causando males insospechados.” (27-II-2010, No. 4).
Si en los barrios, por cada 10 bancas de apuestas, hubiera una biblioteca popular con planta y computador, bajaría el analfabetismo y luego las apuestas.
Los pueblos que han progresado lo lograron entrando por una puerta estrecha llamada disciplina, capacitación, trabajo, transparencia y sobriedad en el gasto público, estímulos al sector privado, leyes respetadas y sanciones implacables a los infractores.
¿Cómo cabremos por la puerta estrecha del progreso?
Recordemos a nuestros Obispos: “Es obligación del Poder Público y de la sociedad civil mejorar sus condiciones de vida [las de los pobres]. Los servicios básicos deben llegar a sus barrios y regiones apartadas al igual que a otras circunscripciones. Lo principal, sin embargo, es sacarlos de su estado y el medio más eficaz es el empleo. Dado el alto índice de desempleo y subempleo, a una, el Gobierno y la sociedad civil deben hacer un sabio y concertado esfuerzo para crear empleos en todos los sectores productivos.” (27-II-2010, No. 18).
Si lo capacitan y hay justicia, el pueblo entrará solito y sin padrinos interesados por la puerta estrecha.
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