Foucauld: “El Hermano Universal” Buscando su vocación

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La conversión a Dios de Carlos de Foucauld acontece una mañana de uno de los últimos tres días de octubre de 1886.

De rodillas confesándose y luego comulgando comprende que Dios está vivo y comienza a sentir “que no puede hacer otra cosa sino vivir sólamente para Él”. Su vida comienza a dar un cambio radical.

Desea consagrarse a Dios de la manera más ­radical posible. “Quería ser religioso, no vivir más que para Dios, y hacer lo más perfecto, fuere lo que fuere”. En esta coyuntura se presenta la posibilidad del matrimonio.

Pronto lo descarta, está inmerso en vivir sólo para Dios haciendo lo más perfecto. Se encuentra sumer­gido en un discernimiento.

Se centra leyendo dos grandes libros que los hará su pan cotidiano: “Los monjes de occidente” y “Vidas de Padres del desierto”.

Dos personas de sólida espiritualidad le acompa­ñan y orientan: El P. Huve­lín, quien será su director espiritual hasta la muerte de éste, y su prima María de Bondy. Le sugieren visitar Abadías y Monasterios para conocer. Experiencia que realiza sin tomar decisión.

Al final de 1888, el P. Huvelín le recomienda hacer una peregrinación a Tierra Santa. Allí celebra la Navidad. Del 5 al 12 de enero pasa esta semana en el pequeño pueblo de Na­zaret. Aquí queda trastornado al imaginar a Jesús, Hijo de Dios, en Nazaret, en esta aldea sucia y del montón, en esta condición humana miserable. Su corazón está profundamente afectado. Quiere imitar a este Jesús, ya que “la imitación es el signo mismo del amor”.

Esta es la vida que quie­re llevar: una vida como la de Jesús. Nazaret no es para Carlos un concepto, sino una condición huma­na, la de un obrero de pue­blo. En Nazaret se concentra en la visión de un hombre, Jesús, que vive una mi­seria extraordinaria. Jesús ha vivido en el último lugar. Foucauld está decidido a “buscar siempre el último de los últimos lugares”. A partir de ahora continúa acercándose lo más posible al Jesús del último lugar, al modelo y Maestro en pobreza que vivió por amor. Jesús pobre ha conquistado al corazón de Carlos sin limitar su ­libertad.

En 1889 Carlos de Fou­cauld ha encontrado su vo­cación, toma una decisión: imitar por amor la vida oculta de Jesús en Nazaret. En adelante se repetirá esta pregunta: ¿Qué tengo que hacer para vivir esta vida de Nazaret? Durante todo el año 1889, Foucauld buscará con la ayuda de su director espiritual el P. Huvelín el modo de responder a esta llamada de Dios.

En 1901 escribirá: “No sabía qué Orden elegir. El Evangelio me enseñó que “el primer mandamiento es amar a Dios con todo el corazón” y que hace falta basarse en el amor; cada uno sabe que el amor tiene, como primera reacción, la imitación: tenía que entrar en la Orden en la que en­contrara la más exacta imi­tación de Jesús”.

El 15 de enero de 1890 ingresa en el Monasterio de Nuestra Señora de las Nie­ves, con el compromiso de ser luego enviado al más pobre monasterio iniciado en Siria.

Cuánta enseñanza nos proporciona este fiel discípulo de Jesús: buscar lo más perfecto, amar con todo el corazón, imitar a Jesús pobre en Nazaret.

Es iluminador para todo adolescente o joven que está discerniendo su voca­ción.

Foucauld será fiel toda la vida a esta vocación de imitar a Jesús pobre en Na­zaret.

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