Escuchar y acompañar a los jóvenes en un proceso de discernimiento ha sido el tema tratado por nuestros Obispos en la Carta Pastoral del pasado 21 de enero, Día de la Virgen de La Altagracia, Protectora del pueblo dominicano.
Nos plantean que: Son cientos de miles los jóvenes que aspiran a ingresar en el mercado de trabajo y a través de la obtención de un empleo, iniciar su proceso de integración en el mundo laboral; sin embargo, la tasa de desempleo se mantiene.
A diario vemos a jóvenes que van tocando puertas, con su diploma en las manos para llevar a la práctica los conocimientos adquiridos en las universidades y tienen que seguir deambulando buscando nuevas oportunidades, porque éstas nunca se abren. Muchos se cansan y vencidos por el desconsuelo emigran a otras tierras, tratando de encontrar otros horizontes, perdiendo el país a estos talentos.
La descripción de la realidad que viven nuestros jóvenes está expuesta por nuestros pastores, con claridad meridiana, invitándonos a la reflexión profunda para buscar solución a estos problemas. Siguen diciendo los Obispos: Es muy alarmante que en los últimos años haya crecido el número de suicidios, especialmente de adolescentes y jóvenes, por lo que debemos prestar más atención a estos hechos. … A esto se añade la creciente desigualdad y exclusión, la corrupción, el tráfico de drogas, la sexualidad desordenada que lleva a un grave deterioro moral y la ausencia de adhesión a valores humanos y cristianos, como factores determinantes que merecen una especial atención.
Mirando este panorama, hacemos un llamado a todos los sectores que tienen influencia en la vida nacional, comenzando con las autoridades, a buscar soluciones urgentes a los graves problemas por los que atraviesa la juventud dominicana. Hay que arrancar de raíz las causas que generan tanta destrucción en nuestros jóvenes. Es lamentable observar a muchos que ven el tiempo pasar entre la confusión y la planificación de acciones criminales.
Todavía estamos a tiempo de recuperarlos y sacarlos de ese ambiente de podredumbre y muerte.
Nuestros campos y barrios no pueden continuar siendo terreno fértil en donde germine el odio, el resentimiento social, y la vida sin ideales por la que atraviesan tantos jóvenes dominicanos.
Es hora de apoyar sus iniciativas de crecimiento integral. Seamos un manantial de oportunidades para ellos, para que sus días transcurran entre el estudio, la diversión sana, los deportes y la participación activa en grupos comunitarios, que junto a su familia le impregnen de valores, sobre todo inculcados con el testimonio de vida.
Que la inconducta de los mayores, sobre todo de aquellos que tienen responsabilidades públicas, no los siga empujando hacia el abismo.
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