La Carta Pastoral Colectiva de enero de 1960 Clamor profético contra los abusos de la tiranía

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¿QUIEN REDACTÓ

EL BORRADOR DE LA

CARTA PASTORAL?

(ÚLTIMA PARTE)

Ya en fecha tan temprana como el 11 de marzo de 1962 un artículo del periódico “FIDES”- órgano oficial del Arzobispado de Santo Do­mingo titulado ¿Quién hizo la Pas­toral del 25 de enero? cuestionaba a quienes propagaban la especie de que había sido el Nuncio Zanini el autor de la misma y que luego había recabado la firma de los obispos dominicanos.

Conforme el referido artículo: “afirmar esto demuestra una falta grande de conocimiento de asuntos relacionados con la iglesia. En el régimen eclesiástico interno de cualquier país ningún delegado pontificio puede inmiscuirse. Es sólo de incumbencia de los Obispos del país; por supuesto, estos si lo desean pueden solicitar el parecer al delegado pontificio”.

La última afirmación no deja de estar sustentada en la práctica de la forma habitual como opera la diplomacia pontificia pero eran aquellas circunstancias especiales y el Nun­cio papal Monseñor Lino Zanini, que había sido colaborador estrecho del Papa Juan XXIII mientras este desempeñó funciones como Nuncio en París, venía al país con el mandato expreso de imprimir un nuevo giro a las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Sopla­ban vientos de cambio  en el mundo que llevaron al “Papa Bueno” a plantear que la Igle­sia precisaba de un nuevo “aggiornamento”; una nueva puesta al día para responder a las angustias y ex­pectativas  del hombre contemporáneo.

De esta forma, aunque no fue Zanini el redactor de la Pastoral, sí consta que fue el inspirador de la misma junto a Monseñor Juan Félix Pepén, entonces joven Obispo de la Diócesis de Higuey y quien, des­pués de celebrar la Misa Pontifical con motivo de la festividad de Nuestra Señora de La Altagracia, el 21 de enero de 1960, se dirigió hacia la Nunciatura hondamente impactado por los estragos físicos y emocionales en que llegó a su casa un joven exseminarista el día ante­rior.

Se entrevistó con Monseñor Za­nini y el Secretario de la Nuncia­tura  Luis Dossena y al relatarle el caso de aquel joven, las expresiones de Monseñor Zanini, a decir de Pepén, fueron las siguientes: “¡Esto no pue­de seguir así! La Iglesia tiene que levantar su voz y hablar claro. No hay tiempo que perder!.

El Nuncio Zanini le pidió, para el día siguiente, un borrador de un do­cumento pastoral basado en el cual pudiera producirse una decla­ración pública. Ese primer borrador fue escrito con un exceso de prudencia, lo que era entendible para la época, pero Monseñor Zanini no se  sintió satisfecho con el texto. A decir de Monseñor Pepén, estas fueron sus expresiones: ¡Esto no basta… Hay que llegar  más lejos. Hay que de­nunciar las violaciones a los derechos humanos  y reclamar un cambio”.  Continúa diciendo Monseñor Pepén: “Me pidió mi parecer sobre quién podía redactar el borrador y le indiqué uno que tal vez podía hacerlo… Estaba visible la acción del Espíritu Santo”.

Siempre fue un verdadero enigma lo referente a la identidad de quien fue ese “uno” sobre quien re­cayó tan alta responsabilidad. Se hi­cieron diversas conjeturas al res­pec­to sobre los nombres de Monse­ñor Roque Adames, Monseñor Panal y el padre Robles Toledano.

Al día de hoy, transcurridos 59 años de tan memorable documento, las revelaciones más plausibles de que se tiene constancia testimonial, apuntan a que el redactor principal del texto lo fue el destacado sacerdote, historiador y orador sagrado de la Orden de Predicadores (mejor conocido como los Dominicos) Fray Vicente Rubio Sánchez.

Esta versión fue revelada por vez primera por Monseñor Nicolás de Jesús López Rodríguez en la homi­lía que pronunciara durante la misa de cuerpo presente de Monseñor Pepén, el lunes 23 de julio del 2007, afirmando que la misma le fue transmitida por éste antes de su muerte, dada su condición de ser el único de los seis obispos que aún vivía a fines de que quedara para siempre despejada dicha incógnita.

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