Tácito • Taxi • Testigo

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Del lat. tacitus, part. pas. de tacere, callar. Es bastante común escuchar a alguien que confunde una palabra por otra; una vez oí algo en boca de un compañero de estudios, lo cual escu­ché después como que había sucedido a un funcionario de un país latino­ameri­cano. (Parece que dondequiera se cuecen habas).

Se trataba de decidir sobre algo y, al preguntarle cuál de las dos pro­puestas elegía, respondió: “Me es in­verosímil”. Por supuesto, quería decir ‘me es indiferente’. (Y no lo dijo en broma, como Cantinflas a Don Sil­vestre, en El Padrecito, cuando lo desafió a jugar a las ­cartas).

Acabo de escuchar en la TV, en una entrevista a un profesional (se supone que especialista en su área), mientras reiteraba enfáticamente que un personaje de nuestra historia re­chazó tácitamente determinada pro­puesta de un gobierno extranjero; daba por supuesto que en­grandecía al tal personaje haber asumido esa tácita postura. Pero por el contexto se sobreentendía que usaba tácitamente en vez de “decididamente, explícitamente o firmemente”. Y precisamente, tácito significa lo contrario, es decir, que hay que deducirlo por infe­rencia, porque no es explícito. Algo semejante sucede con la palabra latente, encontrada en el siguiente titular: “El embarazo de adolescentes es una realidad latente en el país” (ed. digital Listín Diario 23 de mayo 2014). ¡Ojalá fuera solo latente, y no una realidad galopante en el país! Latente es antónimo de patente, y es evidentemente notable el nivel de embarazos.

Taxi

En Europa se inventó el taxí­metro, aparato para medir el costo de un pasaje. (Del griego τaξις, tasa, y μeτρον, medida).

El nombre de cabriolet que se usaba en Europa para los coches tirados por caballos, siguió aplicándose, aunque de forma abreviada, a los flamantes carros de motor: fueron llamados cab. Al colocarle taxímetro a algunos de estos, pasaron a llamarse taximeter cabs. Pero rápidamente se abrevió el nombre: se llamaron taxicabs. Y luego se llamaron simplemente Taxi.

No sospecharon los ingleses que nosotros llegaríamos a tener en tanta abundancia motoconchos o mototaxis (aunque tal vez sería más saludable para nosotros volver al primitivo cabriolet…).

Testigo

Escuché a alguien decir en TV que la palabra testigo viene de testículo; luego dio sus ‘razones’ medio en serio, medio en broma. En castellano, testigo viene del antiguo testiguar (luego atestiguar), del latín testificare (testis es ‘testigo’ y facere, ‘hacer’). Testículus es el diminutivo de testis (‘testigo’), en el sentido de ‘testigo de la virilidad’. De ahí proviene la pala­bra castellana testículo.

El nombre de una flor preciosa y también de alguna dama, orchidea (orquídea) viene del griego ορχiδiον, y es también diminutivo de ορχiς ‘testículo’.

La palabra test (como ‘prueba para medir aptitudes’, o como ‘test psicológico’), aunque suena algo parecido a testigo, no tiene nada que ver con lo anterior.

Test es una palabra inglesa, que viene del latín a través del francés. Viene de testum, término latino para referirse normalmente a una ‘vasija de barro’ (de él procede nuestra palabra tiesto). En la Edad Media, los franceses la usaron para probar y purificar metales; supongo que era una especie de crisol rudimentario (cupel, en el idioma inglés). Así, ‘poner algo en el test (vasija)’, pasó a significar ‘poner a prueba’, lo que nos condujo al significado actual del término test.

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