La nueva alianza de Dios con la humanidad

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Tanto la primera lectura como el Evangelio de este domingo nos ha­blan del amor de Dios por su pueblo. Ambos textos utilizan una de las imágenes preferidas por la Sagrada Escritura para hablar de dicho tema: una boda. El primero lo hace bajo un género poético, el himno: “A ti te llamarán «Mi predilecta»,

y a tu tierra «Desposada»,

porque el Señor te prefiere a ti,

y tu tierra tendrá un esposo.

Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus ­constructores.

Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo”. El Evangelio, por su parte, va­liéndose del género narrativo, nos cuenta lo ocurrido en una boda en Caná. En dicho relato Jesús aparece como el que inicia una nueva alianza, es el esposo que celebra la boda con su pueblo. ¿Te has fijado que en el relato no se menciona para nada a la novia y que del novio no se dice el nombre? Lo que en la primera lectura aparece como algo futuro, pró­ximo a ocurrir (“a ti te llamarán mi ‘predilecta’”), en el Evangelio tiene su concreción. Con Jesús, las bodas mesiánicas alcanzan su realización. Lo que era solo agua (una relación basada en el cumpliendo de normas) ahora se vuelve vino abundante (una relación sostenida por el gozo y la alegría).

Me resulta sintomático que iniciemos el Tiempo Ordinario leyendo textos que nos hablan de la relación de amor de Dios con su pueblo. Sin duda que es el tema que atraviesa de un extremo a otro la historia de la salvación contenida en la Sagrada Escritura. En efecto, la Biblia no es más que una larga historia de amores y desamores entre Dios y su pueblo; la fidelidad inquebrantable del pri­mero y la “inestabilidad amorosa” del segundo.

La boda de Caná ocurre “al tercer día”. Esta nota temporal no debe ser vista de forma cronológica, sino en su significado teológico más profundo: al tercer día Dios interviene para salvar. Es “al tercer día” cuando Dios se manifiesta al pueblo en el Monte Sinaí (Ex 19, 16) y es también “al tercer día” cuando resucita a Jesu­cristo de entre los muertos. Pues bien, si la boda de Caná ocurre “al tercer día” quiere decir que estamos ante el momento preciso de una intervención salvífica de Dios. Esta boda es un “signo” de Jesucristo, el esposo que salva a la humanidad. Se trata de la nueva relación del hombre con Dios que se hace realidad en las bodas del Cordero. En adelante la relación con Dios no se caracterizará por el cumplimiento de la ley dada en el Sinaí, sino en la relación con el Espíritu Santo que Jesucristo dará a sus discípulos.

¿Cuándo se consumará esta nueva relación? Cuando llegue la hora de Jesús. Si te fijas bien, la respuesta de Jesús a su madre (“todavía no ha llegado mi hora”) nos indica que hay que mirar hacia delante. Por eso, cuando nos vamos al capítulo 13 del mismo Evangelio según San Juan, se nos dice: “sabiendo Jesús que había llegado la hora”. Pues bien, la hora es aquella en la que Jesucristo es glorificado en su muerte, que es al mismo tiempo su exaltación junto al Padre.

En definitiva, con la boda de Caná se nos narra la nueva relación que Dios establece con su pueblo en la persona de Jesucristo. Una rela­ción basada solo en el amor de Dios. El ser humano solo tiene que acoger dicho don mediante la fe. Queda marcado así el largo recorrido que iremos haciendo durante el Tiempo Ordinario de este año litúrgico.

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