Reacciones psicológicas a la hospitalización

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“La primera riqueza es la salud”.

Ralph Waldo Emerson.

 

Los centros de salud son espacios en los que se respira un ambiente impersonal, donde mu­chas veces hay que des­pojarse de la ropa que se lleva puesta para utilizar la bata hospitala­ria, regirse por rutinas de comidas, medicamentos, sueño, visitas y estar rodeado de perso­nas extrañas, que tiene una función específica que realizar.

Al ser hospitalizado cada enfermo reacciona de forma distinta, de­pendiendo del tipo de enfermedad, su perso­nalidad y de su situa­ción vital. Algunos pa­cientes pueden sentirse seguros y con la con­fianza de que van a ser cuidados y obtener ali­vio de sus síntomas, mientras otros presentan altos niveles de ansiedad.

La ansiedad es la emoción más común, está presente de manera distinta de la infancia hasta la muerte. Algu­nos pacientes conside­ran su enfermedad co­mo una prueba para va­lorar su resistencia y para soportar el sufri­miento.

Durante la hospitali­zación aparece la depresión, que surge ante vivencias de pérdida, incluyendo la pérdida de la salud. De ahí que la asociación entre de­presión y enfermedad médica sea común. El principal problema es que es diagnosticada con muy poca frecuencia y si no se trata, la calidad de vida del individuo disminuirá, se re­trasará la curación y aumentará el riesgo de suicidio.

Cuando se está hospitalizado, se puede sentir temor a la soledad por estar enfermo o a quedar imposibilitado de caminar.

Una intervención psicológica adecuada en los pacientes hospitalizados trata de:

  1. Frenar las molestias y disfunciones deri­vadas de la enfermedad (lo que se puede llamar rehabilitación y/o habi­litación alternativa).
  2. Evitar o retrasar complicaciones en los cuadros instaurados.
  3. Mantener al pa­ciente con la máxima autonomía, libertad e inserción en su entorno.
  4. Mejorar la adap­tación tanto del paciente como de su familia.
  5. Mejorar el cum­plimiento de las normas y controles de salud.
  6. Implicar al pacien­te y a su familia tanto en la situación de enferme­dad como en su trata­miento.
  7. Evitar la pasividad, la dependencia y el conformismo.
  8. Mejorar al máximo la calidad de vida en todos aquellos aspectos en que ello resulte posible.

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