El año del martirio de Mons. Romero, 1980, fue crucial en mi vida. Concluí estudios en Holanda, y me aceptaron en el noviciado jesuita de Santiago.
Ese martirio avivó recuerdos infantiles, pues mi primer viaje fue a El Salvador. Me tocó acompañar a mi abuela materna en su visita a un hijo novicio jesuita en Santa Tecla. Como niño tuve vivencias marcantes. Por eso estaba más pendiente a lo salvadoreño, y desde mi postgrado, con gran sensibilidad al desarrollo socioeconómico y político de Latinoamérica.
En 1982 comencé a estudiar la Filosofía en el Seminario Santo Tomás de Aquino. Y encontré en su biblioteca un libro con homilías de Mons. Romero y un apéndice con muchas fotos dramáticas de su martirio. Algunas imágenes se me quedaron grabadas en el corazón, y hasta hoy me ayudan, en Cristo.
En base a estas fotos, el P. Pedro González-Llorente SJ, produjo un audiovisual galardonado, que sensibilizó a muchas de las Comunidades Eclesiales de Base, sobre las causas de fe y justicia que originaron este martirio.
Dos experiencias esperanzadoras de intercesión
- Mi sobrino Guido Oscar Perdomo Pérez
Estando embarazada su madre Marilú, fue con su esposo Guido a ver la película “Romero” (1989), de Raúl Juliá. Quedaron impresionados. Decidieron “hacerle honor a una persona extraordinaria” que admiran grandemente. Bautizaron a su segundo hijo como Guido Oscar y lo pusieron bajo la protección de Mons. Romero. Me sentí feliz con este sobrino y con sus padres, por este gesto. Un día, estando en la Misión Fronteriza, llamé a la casa. Era el 7 de diciembre 1998. La empleada me dijo que la familia estaba en la clínica. Guido Oscar, que ya tenía 7 años, había sido atropellado por un vehículo. Me impresioné con la noticia. Pero enseguida me llegó gran paz, aún sin tener detalles de la gravedad del accidente. Y es que me vino el pensamiento de que a ese niño no le ocurriría nada grave, pues estaba vinculado a Mons. Romero, que le protegería. Luego me enteré que fue algo muy peligroso, pero que no llegó a tener graves consecuencias.
He seguido viendo a Guido Oscar bajo esa mirada especial. Sus padres quisieron que celebrara una Eucaristía con sus amigos, y un buen brindis.
Acordamos finalmente que mejor sería agradecer a Dios ayudando a construir una capilla en La Jagua, de Restauración. Es una comunidad muy pobre, que celebraba en una escuelita abandonada. La construcción movió a que muchos moradores colaboraran. Se llevó un cuadro grande y bello de Monseñor Romero. Era el año 1999.
- Rafael Peña se salvó
Por el 2009, recogí un herido grave en El Corozo, de Loma de Cabrera. Vi a Rafael Peña salir de esa población en muy veloz carrera con otro motorista. A los pocos minutos, me encontré con el espantoso accidente. Me tocó transportar el herido al hospital de Loma de Cabrera para primeros auxilios. El joven que había competido con Rafael, ahora iba en la esquina trasera derecha de mi camioneta, sosteniéndolo con cuidado. Lo mantenía en sus brazos, suavemente inclinado. Por el retrovisor, alcanzaba a ver aquella escena sobrecogedora, en la que se percibía la silueta del rostro herido de Rafael.
Puedo afirmar humildemente que recibí la gracia de una profunda paz. La gente me presionó para que lo llevase al hospital principal de Dajabón, a casi 20 kilómetros del lugar, en la cama de la camioneta. Recibí la luz para llevarlo al sencillo hospital, a tres kilómetros, para primeros auxilios.
Manejé muy suavemente. El herido tenía muy fragilizada su columna. No hubiese resistido movimientos bruscos.
Me cautivó lo que podía mirar por el espejo retrovisor. Evocaba aquella imagen de Monseñor Romero herido y llevado con cariño y agobio por la gente. Y Monseñor, fragilizado, mostrando su mano derecha ensangrentada, y su anillo episcopal.
Mientras conducía, pude orar y encomendarlo a la intercesión de Romero.
Acompañé unos minutos en el hospital. Pero quedé comprometido. Lo llevaron en ambulancia a Dajabón. Y allá me fui, sabiendo su fragilidad. Me quedé hasta que se lo llevaron de urgencia a Santiago. Ayudó la influencia de familiares y relacionados. Aparecieron buenos médicos y recursos. Siempre tuvo el apoyo familiar. Milagrosamente, Rafael Peña, se desenvuelve hoy con salud. Un servidor siempre agradece la intercesión de Monseñor Romero en este caso.
Tengo Gran Esperanza en la intercesión de San Oscar Romero…
Este buen pastor, vencedor, por la gracia de Dios, de tantas turbulencias, sin caer en el desamor, será un seguro intercesor, de nuestros pueblos. Frágil como sus ovejas, conocedor de sus límites personales, confiado en su amistad íntima con el Señor Jesús, y en la intercesión maternal de María, será San Oscar Romero un cercano intercesor.
Por eso tengo profunda esperanza, y he puesto mi sacerdocio y a Radio Marién bajo su protección. Alegrémonos con este radialista y comunicador de Cristo Crucificado y Resucitado, santo, para la Iglesia Universal en estos tiempos.
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