Discurso eucarístico

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“Señor, danos siempre de ese pan”. He aquí la petición que algunos hacen a Jesús en el evangelio de este domingo. Llegan a ese momento tan sublime después de haber recibido una dura corrección por parte del Maestro: “Me buscan, no porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse”. Recordemos que este diálogo tiene lugar inmediatamente después de haber ocurrido la multiplicación de los panes. El
gentío había quedado tan impresionadoy a gusto que seguía a Jesús a ver qué más podían obtener de Él.
Su búsqueda es, evidentemente, interesada.

Con frecuencia nos movemos empujados por la necesidad y no por el Deseo. El filósofo lituano de origen judío, Emmanuel Levinas ha hecho una profunda reflexión sobre la diferencia entre necesidad y Deseo. Para él la necesidad es un vacío del alma, y, por lo tanto, tiene su origenen el sujeto; mientras que el Deseo (así con mayúscula) es una aspiración animada por lo Deseable. Para él lo Deseable es lo infinito. El “yo” siempre se muestra necesitado de auto-afirmación, auto-satisfacción o asimilación de “lo otro”. El fin de la necesidad es verse satisfecha; el del Deseo es ponernos en camino hacia otra patria que aún no conocemos. En el Evangelio de este domingo la gente busca a Jesús por necesidad. Él les ha dado pan hasta saciarse y ellos buscan que les dé más. El Maestro, por el contrario, quiere despertar en ellos el Deseo de lo infinito, del pan que da vida al mundo.

Para que el Deseo no sea interesado lo Deseable debe mantenerse más allá de la órbita de las necesidades. “Como Santo”, dice Levinas. Lo santo, lo sagrado, es lo que precisamente se mantiene separado; lo que no puede ser atrapado por nuestra avidez. El pan de vida debe buscarse no por la avidez que despierta la necesidad de atraparlo todo; sino porque se cree en Él: “La obra que Dios quiere es esta: que crean en el que Él ha enviado”. No se debe buscar a Jesucristo por necesidad, la cual siempre es interesada; sino por el
Deseo, porque nos hemos dejado interpelar por lo Deseable. Sabemos que al ser humano no le basta con satisfacer sus necesidades.

Cuánta gente no tiene sus necesidades materiales cubiertas sobreabundantemente y, sin embargo, no encuentran razones para vivir. El ser humano es más que la suma de sus necesidades; es deseo de infinito. Con esto no quiero quitar importancia a la urgencia de satisfacer las necesidades que permiten una vida
digna; lo que quiero señalar es que la vida del ser humano no se reduce a un horizonte tan corto. Al ser humano no le basta con una piscina; desea traspasar los océanos. Necesidad y Deseo La necesidad se satisface con lo que el sujeto puede darse a sí mismo, con la autosatisfacción; el Deseo no; este requiere que sea lo Deseable mismo que venga a satisfacerlo. En ese sentido es revelación.

Si la necesidad tiene que ver  con la búsqueda del sujeto; el Deseo se orienta por la acogida de lo Deseable. El gentío del Evangelio busca a Jesús (de forma interesada, además); mientras que Jesús lo que
pide es que crean en Él. El alimento de vida es la misma persona de Jesús, acogida y amada. Solo hay
que creer el Él. Jesús quiere despertar el Deseo de aquellos que lo buscan movido por su necesidad. Es cierto que la necesidad suele ser el motor que mueve a la persona; recordemos al “Hijo pródigo”, quien decide volver al padre solo cuando ya no puede aguantar más necesidad. Jesús quiere que no lleguemos a ese momento; quiere que volvamos nuestra mirada hacia Él por el Deseo que despierta en nosotros antes que por la necesidad de sentirnos satisfechos. En definitiva, quiere que nuestra búsqueda sea des-interesada.

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