Año Nuevo, Libro Nuevo

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Ya sé que el hermoso refrán tradicio­nal reza «Año nuevo, vida nueva» y está magníficamente bien. Pero resulta que mu­chos amigos y amigas entusiastas, entre ellos algunos muy cualifi­cados, me pidieron que escribiera otro libro. Ante tales sugerencias suelo mostrarme remo­lón. Y así fue. Sólo que esta vez hice como el joven del Evangelio que dijo a su padre que no iría a trabajar, y lue­go cambió de opinión y obtemperó. Como si fuera poco, me dispuse a darle forma a un relato novelado. Lo titulé «Los entresijos del viento».

Me han salido unas trescientas setenta ­páginas, en formato 8 x 5 pulgadas. Al inicio de este coloqué la siguiente nota introductoria: «En este libro relato las interio­ridades y peripecias de alguien, quizá las del viento. Creo que está por ver­se aún quien es el verdadero protagonista de esta historia. Refiero hechos históricos en­tretejidos con alguna fantasía, consciente de que a me­nudo la realidad supera a la ficción. Inter­vienen diversos personajes reales o in­ventados.

En cuanto al tiempo, debe saberse que juego con los pla­nos temporales agrupando o disgregando sucesos de acuerdo con las necesidades del relato. Supongo que conviene, al internarse en esta obra, tener a mano la rosa de los vientos o tal vez mejor el GPS».

El libro contiene mis historias favoritas, algunas de las cuales han ido disfrutando muchas personas a me­dida que las publica el periódico Camino. No tengo dudas de que ahora gustará más en forma de novela.

Por eso hay «un libro nuevo para el año nuevo», y pueden ad­quirirlo a un precio asequible, tanto en el Economato del Arzo­bispado de Santiago como en la Librería de las Paulinas, en San­tiago y en Santo Do­mingo. Lo he escrito con la intención de que muchos puedan disfrutar de su lectura, y espero que así sea.

Antes de llevar mi obra a imprenta la di a leer al Dr. Bruno Rosa­rio Candelier, Director de la Academia de la Lengua, quien muy gentilmente escribió, motu proprio, el ­si­guiente Prólogo:

 

FRAGUA DE VIVENCIAS ENTRAÑABLES

Cortejado por el caudal de sus vivencias, el autor de esta historia relata en vívidos trazos narrativos el ambiente idílico y bucólico de su terruño natal mediante la evocación de los recuerdos, con sus peripecias y leyendas, las travesuras de los niños, la reprimenda de los vie­jos, las historietas de fantasmas, botijas y ciguapas, incluidos los flechazos de Eros, su­perpuestos entre “va­lles solitarios ne­mo­rosos” del poeta abulense al mundo de la infancia en cuyos rela­tos el narrador dulcifica su narración con poemas de su propia cosecha, como se pue­de apreciar en Los entresijos del viento, de Freddy Bretón.

Las interioridades de ocurrencias con el relato de una intrahistoria personal, en la evocación de la vida apacible y limpia de una familia campesina, que el narrador recrea alternando realidad y ficción, testimonios orales y memoria vica­ria, conforma una base narrativa con recuerdos atizados por el subconsciente de una cultura cuyo modo de vida se centraba en los valores y formas de vida en los que nues­tros mayores confiaban su vida y fundaban su existencia. Median­te la superposición de planos y niveles, el na­rrador revive las ocu­rrencias atesoradas en el fuero de los recuerdos, rememora un ­estilo de vida, pinta una realidad sociográfica, retrata una cosmovisión espiritual centrada en un ideal de vida y trascendencia a la luz de una religión, la católica, y al influjo de un lenguaje, el español dominicano, adobado con la huella telúrica y celeste de Canca la Reina y su cielo estrellado con sus endechas luminosas, que los entresijos del viento remedan en las alforjas mentales de un pasado atesorado en la conciencia.

Al leer esta emotiva evocación de un pasado redivivo en las ­palabras del narrador, el lector podrá sola­zarse con las mansas no­ches de luna llena entre los trillos rurales, los viejos vocablos del tesoro patrimonial del castellano antiguo, las vetustas costumbres de la cultura tradicional en una historia nove­lesca contada con el lenguaje popular y culto de una narración fluida, ligera y refrescante, impregnada con el sello de la verosimi­litud, el encanto nove­lesco de la inspiración autobiográfica, el dato criollista de una temá­tica, la entonación em­pática del lenguaje y el aliento místico de una espiritualidad sagrada.

Bruno Rosario Candelier

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