Es una tarea difícil ser en esencia lo que Dios nos ha llamado a hacer. En nuestro caso, es ser un verdadero humano y conservar en nuestra vida cotidiana la dignidad y los signos de la humanidad. Resulta, que muchas veces esta dignidad es difícil de mantener. Y eso significa renunciar de su ego y dejarse guiar, no por consideraciones materiales, sino, por consideraciones espirituales. En otras palabras, confiar en Dios y someterse a él con todo. Nuestro desarrollo intelectual y tecnológico parece contradecir los principios espirituales. Especialmente, en el mundo de personas jóvenes, aparece más a menudo un problema con la fe y su práctica.

Sin embargo, nuestra fe cristiana dice, que todo lo que Dios llama a la existencia es hermoso, sabio y lleno de bondad. El hombre tiene problemas con esto porque no ve a Dios y su intelecto es limitado. Pero entre las criaturas, para Dios, los ángeles y los humanos ocupan un lugar único, porque son seres dotados por él de razón y libre albedrío. Sin embargo, los ángeles tienen un intelecto superior, una voluntad más fuerte, una naturaleza más espiritual y una belleza superior a la nuestra. Si bien, los ángeles nos superan en su perfección y dignidad, no debemos olvidar que son esencialmente servidores. Y esto es incomprensible, tomando en cuenta nuestra conducta.

Mientras tanto, Dios ha llamado a los ángeles, entre otras cosas, para ayudarnos en nuestro camino hacia la salvación. Porque conocen, aman y entienden a Dios y al mundo de valores espirituales más que nosotros. Además, realizan todo lo que esté a su alcance para ayudarnos a salvarnos. Así, por voluntad de Dios, existe una especial fraternidad espiritual entre los ángeles y los hombres. Puede que no siempre sea notado y apreciado por las personas, pero los ángeles lo toman y lo experimentan diligentemente. El papel de nuestro Ángel de la Guarda aparece aquí de manera especial, su tarea principal para nosotros es protegernos y ayudarnos en la salvación, para que podamos llegar a salvo y seguros a la casa del Padre Celestial.

Por eso, el ángel de la guarda, cumpliendo los mandatos del Espíritu Santo, nos ilumina, da consejos eficaces, consuela, fortalece, amonesta, protege de los peligros que amenazan nuestro cuerpo y nuestra alma. Él nos da discernimiento y guía de una manera inusual; como hace una ballena con un pececito cuya vista es pobre. Un hombre, en este caso, puede compararse con un pequeño pez invidente guiado por una ballena con una vista excelente. El cuidado de ángel de la guarda cambia a medida que una persona crece. En primer lugar, cuando es niño, el ángel de la guarda generalmente no tiene que proteger su alma, que está a salvo de las influencias de Satanás y del mundo.

Por otro lado, el cuerpo del niño está indefenso y la vigilia del ángel de la guarda se hace necesaria casi tanto como el cuidado solícito de la madre a su bebe. Sin embargo, cuando un hombre madura, aprende a cuidar por sí mismo de su seguridad corporal, pero está expuesto a más y más peligros espirituales. Por eso los ángeles de la guarda tratan de protegerlo de las acciones de los malos espíritus y estimularlo a hacer el bien. Y como somos libres debamos constantemente invocar su auxilio, pues ellos respetan nuestro libre albedrío.

¡Santos Ángeles, habitantes de la Jerusalén Celestial, humildes enviados de la Providencia de Dios, esforzándose constantemente por nuestra salvación eterna, enséñennos la sensibilidad a las cosas espirituales e imperecederas, para que seamos partícipes de la felicidad eterna junto con ustedes!