Adviento y Navidad

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Este diciembre agota el comienzo de dos tiempos litúrgicos: el Adviento (con el comienzo del año litúrgico) y el tiempo de la Navidad. Sabemos que el Adviento es un tiempo penitencial, pero su cercanía a la Navidad hace que esto se olvide y se pasa así sin más, sin la categorización litúrgica que tiene. Además de que adolecemos de una pastoral fuerte y centrada en las perspectivas que el Adviento lleva, que es la preparación a la Navidad y hacer presente la venida final de Jesús. Pero si a esto le sumamos la secularización y descreencia de hoy, el Adviento pasa sin ton ni son, igual como si se estuviera en el tiempo de la Navidad.

Pero si el Adviento adolece de una pastoral centrada, más aún la Navidad, pues solo se toma en cuenta el nacimiento de Cristo, las misas y nada más, y las celebraciones particulares de la gente entre comidas, bebidas y bailes, y no más. Tal parece que mientras la gente común tiene una creatividad fuerte para inventar cosas en Navidad, como encuentros familiares, viajes, festejos, nosotros en la Iglesia nos conformamos con lo de siempre.

Ya el Papa Francisco, en la “Evangelium Gaudium” decía que hay que romper esa mentalidad de que las cosas se han hecho así siempre, que hay que “primaverear” la Iglesia, no hay que temer a lo nuevo, a lo novedoso, y no es inventar por inventar o por hacerse el gracioso. Es para que en verdad se viva el misterio de este tiempo, que es la venida de Dios al mundo. Que se haga sentir y no nos dejemos invadir por la actitud pagana que prolifera por todas partes en este tiempo.

Ya desde el mes pasado los medios de comunicación de masa, con su música y publicidad se han puesto en la onda de navidad, y no se diga de las tiendas y plazas, los nuevos templos de la gran religión de hoy, que es el consumismo, y los adoradores del nuevo dios que es el mercado. 

Ojalá nosotros en el tiempo justo que es el Adviento en camino a la Navidad, nos pusiéramos de verdad en esto, y conscientes de nuestra identidad cristiana católica, en vez de dejarnos asumir por dicha mentalidad mundana, nos pusiéramos en sintonía con el Espíritu y comenzáramos a generar ideas y planes para celebrar como se deben estos tiempos cristianos, pues por nuestra timidez nos han robado la navidad, no solo por el consumismo, sino también, como los símbolos cristianos han sido sustituidos por otros, como la centralidad que tiene el “santa claus” por el Niño Jesús.

Que hermoso sería que los padres cristianos, en vez de llevar a sus niños a una tienda dizque a decirle al santa qué es lo que quieren, lo llevaran a los Nacimientos nuestros y ahí expresaran por escrito o a viva voz lo que quieren que le regalen en la Navidad, y otras formas que nos ayudarían a recuperar y hacer presente el sentido cristiano de la Navidad.

Tenemos miedo de vivir a plenitud y en verdad nuestra fe, pues tememos que nos aíslen, que nos tilden de raros u otras cosas, pero si no nos arriesgamos a una vivencia auténtica de la fe, estamos perdidos y metidos en una falsa y grotesca comedia. 

Sería bueno que al comienzo del año litúrgico, en el Primer Domingo de Adviento realicemos una verdadera profesión de fe, que se convierta en un plan para vivir a plenitud nuestra fe, comenzando por la Navidad y extendiéndose a lo largo de todo el año.