La duda es parte importante del razonamiento. Ella somete la verdad a escrutinio, la increpa y desafía.

La duda también nos alerta de los peligros propios del exceso de confianza, tanto en nosotros mismos como en otra persona.

Por tanto, la duda es sana y natural.

Lo innatural es el recelo o celo excesivo que nos lleva a plantear la duda como una constante, distrayendo la energía que deberíamos aplicar a la razón.

El celo nubla la capacidad de razonar y empuja a la mente de tal manera que distorsiona la realidad imponiendonos un reflejo retorcido de ella.

En ese punto la duda sana se transforma en celo enfermo y la persona camina dominada por su padecimiento. Allí toma valor la expresión “no hay razón que valga”.

La naturaleza no existe ajena a la condición humana. Es más, el mundo natural es determinante no solo en nuestros estados físicos, sino también en nuestros estados emocionales.

Ver como la naturaleza superpone su orden, es una herramienta para meditar, comprender y armonizar los ritmos interiores de luces y sombras, verdad y duda.

El atardecer de este día fue una muestra de ello. Nubes en el espacio de la luz, nubes en el espacio de las sombras, pero al fin y al cabo nubes en tránsito que de una u otra manera se transformarán.

Ojalá y tus dudas se transformen en verdades y tus recelos en la certeza de comprender y caminar hacia el concepto de que en todo tiempo y en cualquier circunstancia, tal como tituló su libro Carlos Carretto hace un lustro atrás: “Mañana será mejor”.

3 COMENTARIOS