En la última semana del Sínodo, uno de los obispos propuso que antes de concluir debíamos publicar una carta dirigida a todos los jóvenes del mundo, la propuesta recibió muy buena acogida y se sometió a la asamblea, prácticamente fue aprobada a unanimidad; de inmediato se sugirió que se hiciera una comisión con un representante de cada continente y además se eligiera a un joven para que formara parte de dicha comisión. Después de la elección de la comisión comenzaron a trabajar con el borrón que debía ser presentado tres días después. El viernes 26 de octubre en la mañana fue presentado el borrón a la asamblea por uno de los obispos de la comisión. La reacción no se hizo esperar, un grupo consideró que la carta era muy extensa para los jóvenes, otro grupo consideró que no era comprensible y los obispos africanos y asiáticos señalaron que la carta no debía comenzar pidiendo perdón por los casos de abusos sexuales a menores ya que África y Asia, según argumentaron, no es un problema y no sería bien aceptado por los jóvenes.
Después de muchas sugerencias se concluyó que la carta debía ser reconciliadora, optimista y esperanzadora; nuevamente se presenta a la asamblea la carta con las correcciones hecha según se sugirió para ser aprobada por la asamblea. El domingo 28 de octubre en la misa de clausura del Sínodo presidida por el Papa Francisco en la basílica San Pedro a las 10:00 a.m., la carta fue leída por el secretario general del Sínodo, el cardenal Lorenzo Baldisseri, acompañado por un grupo de jóvenes. El texto de la carta es el siguiente:
«Nos dirigimos a ustedes, jóvenes de todo el mundo, como padres sinodales, con una palabra de esperanza, de confianza y de consuelo. En estos días hemos estado reunidos para escuchar la voz de Jesús, el Cristo eternamente joven y reconocer en Él las muchas voces, sus gritos de alegría, los lamentos y los silencios.
Conocemos sus búsquedas interiores, sus alegrías, esperanzas y los dolores que les inquietan. Deseamos que ahora puedan escuchar una palabra nuestra: queremos ayudarles en sus alegrías para que sus esperanzas se transformen en ideales. Estamos seguros que están dispuestos a entregarse con sus ganas de vivir para que sus sueños se hagan realidad en su existencia y en la historia humana.
Que nuestras debilidades no les desanimen, que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder su confianza. La iglesia es su madre, no les abandona y está dispuesta a acompañarles por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza, haciendo desaparecer las nieblas de la indiferencia, de la superficialidad y del desánimo.
La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de su entusiasmo. Háganse compañeros de camino de los más débiles, de los pobres y de los heridos por la vida. Ustedes son el presente y el futuro más luminoso».
La carta fue escrita en varios idiomas y se hizo un audiovisual didáctico que fue colocado en las redes sociales para que los jóvenes que tanto manejan estos medios puedan acceder a ella de forma fácil y atractiva.
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