Visita al Cardenal Beras

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Una de las primeras cosas que hicimos, como nuevo Equipo, fue ir a visitar al Cardenal Beras, a su casa de la calle Cayetano Rodrí­guez. Antes de hacer esta visita, yo bromeaba con los demás miembros del Equi­po, respecto a que me dieran la esquina de la avenida Ró­mulo Betancourt para poner una gasolinera, una bomba, para generar fondos para el Seminario.

Nunca he sido ex­perto en asuntos económicos, pero veía que no había gasolinera en varios kilóme­tros a la re­donda. Oírme con esos temas les daba risa a los de­más miembros del Equipo (se supone que yo sabría algo de poesía…). Cuando llegamos a casa del Cardenal Beras, nos recibió Eulogio Gaspar, su asistente de toda la vida, a quien encontraría yo en la Casa Tabor, en Baní, en donde permanece­ría casi hasta su muerte. Nos hizo pasar a donde el Car­denal, y no bien nos saludó éste, nos dijo que alguien quería comprar la esquina de la Rómulo Betancourt, del Seminario, para poner una bomba de gasolina. Todos nos miramos y sonreímos. Mi idea económica no andaba tan descaminada.

Cuando volví a mi se­gundo período como Forma­dor del Seminario (1991), me encontré con un flamante y novedoso proyecto: se tra­taba del mismo asunto de la gasolinera. (Aquí ya me reí solo, porque se supone que la idea era vieja y era mía). Pero la cosa no cuajó por­que, en la nueva administración, el terreno fue reservado para otros proyectos. De nuestra breve visita al Cardenal Beras, sólo recuerdo que expresó estar contento porque el clero diocesano asumía el Seminario, y mencionó que así, de entre los mismos Formadores po­drían salir los futuros obispos, lo cual no dejó de sorpren­dernos. En cuanto a mí, pensé que mucho era que Dios nos ayudara a enfrentar decentemente el gran reto de aprender a ser formador.

Respecto al Seminario Santo Tomás de Aquino, había escuchado reiteradamente que los je­suitas hacía tiempo que deseaban entregarlo, por no tener suficiente personal, pero que el Car­denal Octavio Beras Rojas se oponía rotundamente a ello.

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