Lo virtual puede matar lo vital

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Ha remediado mucho, pero no ha agotado la necesidad de una interacción tú a tú,

cara a cara, del contacto vital entre los seres humanos

 

El coronavirus nos ha confinado a nuestras casas. Nos impide ese contacto total con los otros, incluso nuestras tareas propias de seres en sociedad y en el mundo nos las impide, y no nos ha quedado otra cosa que auxiliarnos del universo virtual, que está en medio de nosotros desde hace un tiempo. Tal vez muchos de los más adultos no somos tan diestros en el manejo de este universo, a diferencia de las generaciones milenials, pero hacemos nuestro esfuerzo y nos adaptamos, y vemos que todo esto es una buena herramienta para paliar la situación en la que esta pandemia nos ha metido, y para protegernos en medio de ella. Sin embargo, aunque podamos copar con lo virtual todos los campos de nuestras vidas, sentimos que algo nos sigue faltando y es precisamente esa voz, ese calorcito de piel ese contacto vital con los otros.

Hay quien ha dicho que esto del virus es una especie de conspiración para cambiar el estilo que ha prevalecido desde hace años en el mundo, un intento de dar paso a una nueva manera de ser y de relacionarnos, un querer establecer el dominio de lo tecnológico y digital de una buena vez y ya. Dar el paso hacia lo virtual, dejando atrás el mundo real que hemos vivido; aunque esto se ha desmentido y sue­na más a fantasía de una buena película de ficción, sí podemos ver que lo virtual puede llegar a todas las rea­lidades en que hasta ahora nos hemos movido, pues no solo de ahora sino desde hace tiempo, el trabajo se puede realizar desde casa, con una buena computadora y una amplia red de internet. Gente que trabaja desde acá, con una compañía con sede en Canada, supervisando plataformas petroleras en el Golfo Pérsico, por poner un ejemplo, y así otros trabajos sin mover un pie fuera, sin tenerse que cambiar la pijama.

Pero lo salvador de todo esto ha sido en el campo de la educación, donde esta en la pandemia, se ha salvado gracias a las plataformas que han ayudado a mantener la interacción educativa entre profesor y alumno, cada uno desde sus hogares, haciendo posible la culminación del semestre o año escolar y a nivel superior adentrándo­nos en uno nuevo.

Así también hay un gran número de programas de chats de encuentros virtua­les, que por lo menos ayudan a compartir, evitando el tedio del encerramiento. Lo sorprendente es que hay algunos que quisieran que algunas de estas cosas se mantuviesen ya de por sí.

Ahora bien, lo virtual ha remediado mucho, pero no ha agotado la necesidad de una interacción tú a tú, cara a cara, del contacto vital en­tre los seres humanos. Año­ramos, como dice la canción de Lucía Gil, volvernos a encontrar, sin que hayan pantallas en medio de nosotros.

La educación será inte­re­sante y amplia, y con múltiples recursos a nivel virtual, pero en la realidad de las cosas, solo sirve como he­rramienta y nada más, urge el encuentro vivo profesor y alumno. Es necesaria la in­teracción en un espacio, la discusión enardecida, las travesuras y cuchicheos en el curso, las bromas entre alumnos, todo aquello que da vida y nos hace sentir vivos, no producto de una comunicación a distancia, en la cual la hipocresía pue­de prestarse y hacernos re­bajar el grado de persona al cual toda educación, no im­porta la rama que sea, debe de llevar. Y así podríamos decir de los otros campos donde ha irrumpido lo vir­tual.

Estamos de acuerdo en que la situa­ción de hoy lo requiere y necesita, pero que el buen Dios y nuestro buen juicio nos libre de pensar, de que este es el nuevo camino para interactuar y entrar en relación, pues le quitaría lo central de toda relación y encuentro que es el compartir la vida en ese encuentro visible y presente de piel con piel y alma con alma como quiere el Dios de la vida, y ese es su mayor y gran deseo.

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