En muchas casas ya se ven los árboles navideños, los nacimientos, y lo más sorprendente es que al comenzar la Navidad lo quitan. Eso significa que la propaganda comercial es poderosa y nosotros somos sus esclavos. Esto no se queda sin efectos secundarios en la vida espiritual y religiosa. Con tecnología que nos rodea todo se liga: Lo religioso, lo social y comercial.
Eso es algo bueno, pues puede ayudarnos en la purificación de lo religioso. A través del concilio de Constantinopla, el cristianismo fue liberado de la persecución. Algunos historiadores dicen que con Constantino los cristianos fueron liberados de la persecución, pero el cristianismo se esclavizó por conveniencia política. La gente vivía la fe por costumbre, por conveniencia, no de corazón.
La solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, Instituida por el Papa Pío XI con la encíclica: “Quas Primas” era una respuesta a una equivocada manera de ver la religión. Él veía que el reinado de Dios (la religión) fue desviado, y su concepto salvífico disminuía en favor de la conveniencia social y política. Y en la historia de la salvación este tipo de actuación o confusión humana aparece muchas veces, debido al pecado y nuestra condición fallida. Por eso, debemos recordar a menudo el correcto sentido de la Navidad y depurar lo que se torció, para que el más esperado y bello tiempo sea profundo y verdadero.
¿A quién no le gustan las fiestas, el gozo, los bailes, etc.? Por eso todos esperamos la Navidad. Y no digo que la fiesta es mala. Solo quiero recordar algunos aspectos litúrgicos que recuerdan su verdadera belleza y nos traen una profundidad que muchas veces se nos escapa por el atareo.
Muchos católicos conocen del Adviento, pero tal vez las preocupaciones en el trabajo, los exámenes en la escuela, los ensayos con el coro o el teatro de Navidad, el armado del nacimiento o pesebre y la compra de regalos, hacen que se nos olvide el verdadero sentido de este tiempo. Se nos escapa el tiempo de espera, más bien ya no queremos esperar. Pero, precisamente esperando y meditando en el Adviento, sobre la Navidad, le estamos dando el más profundo y hermoso sentido y eso nos ayuda en mantenernos en la fe.
El Adviento está dividido en dos partes: las primeras dos semanas sirven para meditar sobre la venida final del Señor, cuando ocurra el fin del mundo; mientras que las dos siguientes sirven para reflexionar concretamente sobre el nacimiento de Jesús y su irrupción en la historia del hombre.
Tratemos de que no se nos escape el Adviento, por el contrario, que nos sirva para tener una verdadera Navidad, donde nuestro compromiso cristiano se refleje en un testimonio de una fe visible y amor incondicional.
Y a la pregunta ¿Por qué ir a la iglesia en la Navidad? Respondemos: Porque la Navidad es una fiesta que solo tiene el completo sentido, cuando celebramos el nacimiento del Niño Dios. Y nosotros debemos de honrar a quien honor merece.
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