Padre José Abraham Apolinario celebra 40 años de servicio y entrega al Señor

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Los Mina,

Santo Domingo Este

24 de noviembre 2019

 

Hermanas y hermanos,

 

Quiero agradecer a Dios y la Iglesia reunida en este templo, dedicado a San Vicente de Paúl, donde recibí de Mons. Beras hace 40 años el sacramento del Orden y hoy representada por mi hermano el Arzobispo Francisco Ozoria, mis hermanos obispos Benito Ángeles, Faustino Burgos, Jesús Castro, mis hermanos sacerdotes, diáconos, mis hermanas consagradas y por ustedes mis hermanas y hermanos de la familia y las comunidades e instituciones donde he tenido el privilegio de trabajar estos años.

Sacando el tiempo que estuve estudiando en Francia, he realizado mi ministerio en los barrios de Santo Domingo y Villa Mella, un año en Bayaguana y otro año en Villa Altagracia.

Doy infinitas gracias a Dios por mis padres Hilda y Gengo, ambos en la Casa del Padre, porque de ellos aprendí la fe y la confianza en Dios. Agradezco su testimonio de trabajo, honestidad y generosidad, sobre todo de mi madre, quien supo acoger en nuestra casa a tanta gente, en momentos difíciles. De ella aprendí a sentirme a gusto entre la gente generosa, por eso iba con frecuencia donde Doña María Hernández, en la calle 4 de Los Mina, su casa se parecía a la mía.

Siempre se puede ser generoso. La solidaridad da paz; así como la verdad da libertad y una extraña felicidad.

Doy gracias a Dios por mi familia, especialmente por mis 8 hermanas. Hoy tengo tantos hermanos, que no los puedo contar.

Doy gracias a Dios por mis formadores de la Compañía de Jesús, donde tengo buenos amigos. Mi gratitud a Paco Lerena, ¡cómo olvidarlo!, y a Manolo Maza, buen compañero de camino. Doy gracias por la Fraternidad Sacerdotal Jesús Caritas, donde conocí al Hermano Carlos de Foucauld y a otros tantos testigos, en mi país y en otras naciones. Como sacerdote he tenido dos amores: Los niños y los envejecientes, entre ellos me siento sereno.

He tenido dos pasiones: La educación, formal e informal, por mi años en Radio ABC, y la Naturaleza limpia, signo de nuestra gratitud por ser regalo de Dios. Ah! y el Agua.

He privilegiado en mi trabajo a los inmigrantes haitianos, a los seminaristas, a los limitados mentales y últimamente a los enfermos renales.

Dos hechos me indignan y me han metido en líos: Los abusos contra los niños y contra los más frágiles. Por eso mi indigna tanto la forma como se está realizando el desalojo en la Cienaga, donde se está trasladando, no resolviendo, el problema de la vivienda y el maltrato a los “Peregrinos del Seibo”, que reclaman su tierra para seguirla cultivando.

He valorado mucho la misión de los laicos: ministros, catequistas y animadores de las Comunidades Eclesiales de Base. En mi oración he pedido a Dios amar a los que la Iglesia me confiado y amar el lugar donde trabajo. Siempre me he propuesto que algo mejore en el barrio donde sirvo y que la gente se sienta más orgullosa de vivir allí.

Pido perdón por mis debilidades, que son muchas y me acojo a la misericordia de Dios y de ustedes mis hermanos. Rueguen por mí, junto a María de Nazaret.

A mis hermanos obis­pos y sacerdotes les exhorto: Quieran a la gente y nunca les faltará cariño ni tampoco lo necesario para vivir con dignidad. Esa es la promesa de Jesús a todos sus discípulos: No les faltará nada, no dice “les sobrará”. Y un consejo, a mis años ya puedo dar consejos: Vivan la fraternidad, compartan sus casas y su descanso con sus hermanos. A la gente le hace tanto bien ver que los sacerdotes vivimos como hermanos y somos amigos.

A todos los que han venido a esta Acción de Gracias, les aconsejo: Confíen en Dios, crean y amen profundamente a su pueblo. Expresen el cariño a los que aman, no se conformen con “tirar besitos”; hagan como los niños, cuando quieren a alguien lo besan con los labios y lo abrazan con los dos brazos.

Gracias al P. Joselito Abreu, a los paules y a las queridas comunidades de La Milagrosa, que trajo su Coro, y San Vicente de Paúl por su acogida. Gracias a los hermanos de las parroquias San Juan Bautista, San Pablo, Espíritu Santo, Santo Cura de Ars y Santísima Cruz. Gracias a las hermanas y hermanos del Arzobispado de Santo Domingo, con quienes hoy comparto la misión de Vicario General.

Dios les bendiga.

 

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