El día 1 de noviembre, cuando la Iglesia celebra la solemnidad de Todos los Santos y Santas, Dios invita a Sor Socorro García Yaport para compartir el banquete en el Paraíso.
Juana Antonia García Yaport (Sor Socorro), nació en Los Bejucos, San Francisco de Macorís, el 28 de Abril de 1930. Fueron sus padres Santiago García Vargas y Juana Antonia Yaport.
Ingresó a la Congregación Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha, el 27 de junio de 1945 en el Colegio Santa Clara, Zona Colonial, Santo Domingo.
Hizo su profesión perpetua el 20 de junio de 1952, en Santa Clara. Prestó sus servicios en varias casas de la Congregación, entre ellas Higüey, con atención especial a los enfermos, cocina, portería. Perteneció al coro de la Basílica. Trabajó en el Colegio Santa Ana, en Santiago de los Caballeros, Colegio San José, Puerto Plata, Colegio Nuestra Señora del Sagrado Corazón, Provincia Hermanas Mirabal.
En Puerto Rico trabajó con los más pequeños y en la pastoral.
En el Colegio La Altagracia, Higüey, desempeñó el cargo de Superiora y Ecónoma.
En Venezuela fue Superiora y directora del Kinder. También dirigió la casa de Ejercicios Espirituales, Centro Vacacional Jarabacoa.
En el Centro Geriátrico San Joaquín y Santa Ana, de La Vega, desempeñó distintas funciones: Superiora y Directora, en cada lugar por donde pasó, su vida se traduce en entrega sin límites.
Una nota distintiva en su trabajo fue la responsabilidad en todo lo que asumía.
Mujer de gran delicadeza y calidez, trato afable, sociable, de gran celo y dedicación a las personas que dirigía sus servicios. Muy dada a ayudar a los demás y con mucha facilidad para hacerse parte del que sufre, asumiendo las dificultades y buscando la forma de encontrar soluciones. Persona emprendedora, luchadora, dinámica, perseverante y forjadora de grandes metas.
Sor Socorro fue una mujer toda de Dios, hija de la Iglesia. Mostró su santidad en las pequeñas y grandes cosas. Hoy el Señor la ha premiado con la Corona que no se marchita.
Su relación con la Madre de Dios era sencilla y muy profunda, con la que mantuvo una linda amistad. Era una mujer feliz con gran decisión y entrega en la Congregación. Todo su trabajo lo realizó con entusiasmo, fidelidad y liderazgo.
Era creativa, tenía dotes especiales en el trato con las personas, sobre todo con los más vulnerables o necesitados. Disfrutaba con la naturaleza, sentía pasión por las flores, su fe, su vida interior y el fuerte sentido de su vocación la mantuvo siempre serena y segura de saber en quién se había confiado.
Su vivencia en los sacramentos le daba la fortaleza y encuentro con Dios en la oración. Fue una gran maestra de la vida en el fundar y construir fraternidad desde lo pequeño.
Las Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha mantenemos la firme esperanza de que la muerte de Sor Socorro germinará en auténticas vocaciones capaces de reproducir la imagen de Jesús en el mundo como lo hizo Sor Socorro.
Las Huellas de Sor Socorro quedarán marcadas en la historia, en su paso.
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