“A continuación lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todas las naciones del mundo con todas sus grandezas y maravillas. Y le dijo: «Te daré todo esto si te arrodillas y me adoras.» Jesús le dijo: «Aléjate, Satanás, porque dice la Es-critura: Adorarás al Señor tu Dios, y a El sólo servirás”. (Mat 4,8-10).
El Evangelio sobre las tentaciones de Jesús es común a los tres sinópticos (Mc 1,12-13; Mt 4,1-11 y Lc 4,1-13), aunque en Mateo y Lucas hay muchas semejanzas a la hora de transmitir la narración tentadora, como las respuestas que da Jesús al tentador son tomadas del libro del Deuteronomio, pero también hay algunas pequeñas diferencias en cuanto al orden de las tentaciones, ya que la segunda tenta-ción en Mateo es la tercera en Lucas y el final de este, que dice que el diablo deja a Jesús hasta otra ocasión, probablemente aludiendo a los momentos antes de la cruz en el Huerto de los Olivos (Lc 22,40-43).
Sobre esta tercera tentación, tal parece que Lucas la cambia y amplía, debido a la búsqueda de un climax lleno de simbolismo, pero según los estudiosos, la forma original del relato estaría en Mateo, por eso lo tomamos como base para el orden de las mismas.
Las tentaciones tienen un tinte programático en orden a lo que es el Reino de Dios anunciado por Jesús. Cada tentación expresa en su interior la idea contraria a lo que es el Reino. Esta tercera tentación es conocida como la ten-tación del poder, alude a la imposición del reino por el poder, sobre todo polí-tico, pero el reino se ofrece y su acep-tación es a partir de la libertad del hombre. Es un servicio de Dios al ser humano y todo el ser de Jesús, como el de toda la humanidad, solo se debe a Dios.
Pues el poder, según algunos, es lo que más hace sentir a los hombres semejantes a Dios o a los dioses. El hecho de poder decidir sobre la vida de los otros, el destino de un país o del mundo, hace que la adrenalina humana se exacerbe y se sienta un ser humano superior a los demás, por eso no es raro ver que a lo largo de la historia los grandes emperadores y reyes poderosos se declararon o fueron declarados dioses o hijos de ellos.
En el mundo de hoy la tentación sigue en pie, pues la humanidad sigue siendo la misma en su naturaleza peca-dora, aunque redimida por Cristo, pero el hombre sigue recibiendo tal acoso tentador y son muchas las cosas malsanas que se hacen para detentar el poder, sobre todo el poder político. Instituciones creadas con los más nobles ideales, bajo la luz de hombres y mujeres preclaros ante el momento histórico de su época y con una talla ética y moral de gran altura, hoy están a merced de esta tentación ya que sus miembros actuales inmisericorde-mente han caído en ella, traicionando sus ideales, la han convertido en un corretaje de poder y no del servicio con el cual fueron creadas.
Amigos y compañeros de luchas, que respiraron el noble aliento de las más altas aspiraciones de un ser intelectual y serio, hoy se hacen trampas, se ofenden, se declaran enemigos y desconocen todo el itinerario de lucha que han recorrido, sucumbiendo a las mieles y cánticos traicioneros de la tercera tentación. Solo les importa el poder, nada de importarle el servicio. Tal parece que disfrazaron sus vidas.
Los éxitos públicos junto a las penurias anteriores les obnubilaron la vista y le hicieron perder el horizonte, hasta llevarles a una encrucijada, con la solución de separarse, tomar nuevos rumbos, pero todos siguen atizados y son víctimas, no de los derroteros natu-rales de la vida, sino de la tercera tentación.
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