“Mientras el rey se halla sentado a la mesa, mi perfume esparce su fragancia”. Cantar de los Cantares 1:13.
Meditando en esta porción bíblica recordaba un imponente tarro de lirios que recibí en mi cumpleaños, a la distancia impregnaba todo y respirar era una delicia, entonces pensé: ¿qué actitudes pueden ser como ese aroma que cambia la atmósfera, e impacta el ambiente hablando mejor que versos? ¿Cómo demostrar lo que eres sin cruzar palabras? Ser tu mejor versión implica actitudes sabias, comunicación oportuna, de contenido inteligente, y especialmente ser ejemplo, luz clara y permanente. Tu ejemplo llegará más lejos que tus palabras, pero tu reputación llegará ante la misma mesa del rey, por tanto, cuando dejes que el aroma de tu ejemplo hable por ti, las críticas apestarán”.(Cosme).
A veces olvidamos que la mejor manera de hablar ante Dios, primero, y ante los demás, es con tu ejemplo. Este último no tiene nada que ver con apariencias ni poses ni poner máscaras ni actitudes que busquen cubrir quien realmente eres. Tarde o temprano sale a relucir aquello que ocultas quién realmente eres. Por eso busca que dentro de tu caminar, esté la integridad -con ella das pasos claros fuera de lo oculto-, y no tienes nada que esconder.
Asimismo trata de que tu mejor discurso sea tu accionar y no solo tu hablar, ni tus promesas. De estas últimas abundan a diario y viven rompiéndose porque lo hacemos desde el ego, y no desde el compromiso de los valores y de la presencia que tiene el poder Divino en tu vida, y que se supone es fuerte, porque de no ser así, estarás moviendote como veleta.
Estamos viviendo tiempos donde eso que llamamos palabra está en extinción. Hemos dejado de darle la verdadera prioridad a lo que eso supone. No es que los tiempos de ayer sean mejores que los de hoy, es el hombre que ha cambiado y hoy vive relajando las cosas más importantes. Y lo peor es que ha perdido el temor ante Dios de sus ejecutorias, solo lo recuerdan cuando llega ese tiempo que dicen las Escrituras; “…llegará el rechinar de dientes”. Entonces ahí recordaremos su verdadero poder y el que tiene ante todos los demás, el valor de tu ejemplo.
Recuerda que tus huellas dirán qué tanto te desviaste del camino y si fuiste capaz de reconocer y crecer con los errores o seguiste pisando los mismos charcos de barro y el lodo que hoy llevas sigue perteneciendo a esas malas pisadas no aprendidas.
A veces olvidamos el gran poder que tenemos en nosotros mismos, cuando somos capaces de ser auténticos e íntegros. Y sobre todo, tener un buen corazón, porque eso vale más que todo, porque evita que olvides que cada acción debe estar acompañada de la mirada de Dios.
Tal como dice una sabiduría japonesa: “Si no es tuyo, no lo toques; sino es correcto, no lo hagas; sino es verdad, no lo digas; sino sabes, calla”.
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