Generador de crisis Cuando Jesús aparece frente a nosotros nos sacude, pide discer­nimiento

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Ante Jesús no es posible la indi­ferencia. Hay que tomar partido. Se está o no se está. La vida entra en crisis. Y he aquí la palabra clave: crisis. Una palabra con un amplio espectro de significados: juzgar, distinguir, decidir, proceder judicialmente, castigar. Por extensión puede relacionarse con separar, discernir, resolver, escoger, preferir. Como se puede ver, en griego el término crisis no tiene la connotación negativa que nosotros acostumbra­mos. Tampoco el ideograma chino que se utiliza para representa la crisis tiene solo una connotación negativa; además de catástrofe pue­de significar oportunidad. El paso del Señor por la vida de una persona podría convertirse en la oportunidad para emprender un nuevo proyecto de vida después de un momento de crisis.

De todas estas acepciones y connotaciones me quedo con la idea de cernir. Sacudir para quitar grumos. Una crisis es una sacudida, un reme­zón. Cuando Jesús aparece frente a nosotros nos sacude, pide discer­ni­miento. Cernir algo en un cedazo significa dejar pasar lo aprovecha­ble de la materia y desechar lo que está de más, lo que podría quitarle “sustancia”. Ser sacudido es algo positivo. Cuando esto sucede deja­mos pasar lo mejor de nosotros mismos. Los grumos quedan fuera de la “sustancia” que nos identifica. También podría convertirse en el momento apropiado para tomar conciencia del paso del Señor por la propia vida. La presencia de Jesu­cristo provoca crisis: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!”

Lucas, evangelista de quien se toma el Evangelio de este día, em­plea con frecuencia este verbo para referirse a los juicios y decisiones que toman las personas. Pienso que en este horizonte de significado es que debemos entender la sentencia de Jesús en el texto de este domingo: “desde ahora estarán divididos cinco en una casa….” Esto es, las personas que se encuentran con Jesús tendrán que juzgar y decidir si toman parte con él o se pasan al otro campo. El tiempo de la crisis tiene que dar paso al tiempo del juicio y las decisiones valientes.

La crisis es ese momento único en que la rutina deja de susurrarnos al oído que no hay más alternativa y nos invita a mirar para otro lado. Elegir con criterio es juzgar a partir de la verdad. Una persona con criterio es alguien capaz de juzgar bien, se da cuenta de qué lado del campo conviene estar. Y el hombre crítico es aquel que sabe juzgar, discernir, emitir un juicio propio. Es razona­ble, por consiguiente, pensar que la división al interior de los grupos hu­manos podría ser el desenlace final: “tres contra dos y dos contra tres”.

Hay conflictos provocados por la lucha de poder entre las partes y los hay como consecuencia de las decisiones que una persona toma. Las oposiciones y resistencias siempre estarán presentes cuando alguien es capaz de escuchar una voz discordante. La voz de Jesús lo era. A veces caemos en un falso pacifismo porque nos mostramos incapaces de juzgar y decidir de acuerdo a las circunstancias o porque nos dejamos vender la idea de que no hay alternativa.

Es lo que se ha pretendido inculcar, por ejemplo, desde hace déca­das, con la llamada doctrina “TINA”, iniciales en inglés de “No hay alternativa” (There Is No Alter­native”), duramente criticada por Zygmunt Bauman y Leonidas Dons­kis en su libro Maldad líquida, cuya fuerza radica en “ciertas formas de determinismo y fatalismo orientadas al mercado que no dejan margen alguno a la posibilidad de concebir alternativas, ni siquiera las del pensamiento crítico y el auto­cuestionamiento”. ¿Será verdad que no hay alternativa? Jesús se presenta a sí mismo como otra alternativa, por eso es causa de conflicto y divi­sión hasta dentro de una misma casa.

 

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