¿Qué es la felicidad?

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Pedro Domínguez

Me apasiona buscar respuestas. Desde hace siglos se ha estudiado. Los griegos la llamaban eudaimonía, término que alude a la buena vida. Por ejemplo, Sócrates afirmaba que surgía del bien moral y de actuar con justicia, donde los placeres y las riquezas no son determinantes; Aristóteles sostenía que la felicidad es el fin último del ser humano; y los estoicos defendían que es vivir en armonía con la naturaleza y la razón.

He leído a Yuval Noah Harari; en algunos de sus libros aborda el tema de la felicidad. Plantea que depende considerablemente de la bioquímica cerebral y de la manera en que interpretamos la realidad. Nos dice que para ser feliz hay que dominar la propia mente, mantener equilibrio emocional, desarrollar la capacidad de observar y no quedar atrapados por las emociones.

Guardando las distancias, he escrito sobre la felicidad. No la defino, sino que plasmo algunas ideas que quizás contribuyan a alcanzarla. Veamos.

“Vivamos sanamente alegres, siempre que ese bienestar no interfiera con nuestros deberes personales y profesionales. Si logramos equilibrar ambos aspectos, seremos más felices y útiles, influyendo de manera positiva en nuestro entorno”.

“La felicidad contagia; cuando ese viento se esparce, el triste sonríe y quien atraviesa dificultades, al menos por un instante, las olvida. Expresar ‘estoy feliz’, en mayor o menor medida, perfuma el ambiente de armonía y de fe en el porvenir”.

“¡Sé feliz! Que los malos recuerdos no te atrapen ni definan tu vida. Olvídalos, continúa tu camino y asúmelos como experiencias positivas. Que los buenos recuerdos te impulsen a seguir adelante, evocándolos solo cuando sea necesario, para no perder la orientación, cegado por la nostalgia”.

“Un objetivo noble, en un ambiente de felicidad, se alcanza con mayor facilidad”. “No exageres pregonando que vives en paz y eres feliz; si lo haces, es probable que tu interior esté atormentado y triste”. “Quitémonos la imagen de amargura y enfado; evitemos incomodarnos por todo, pues eso no nos mejora y desagrada a quienes nos rodean. Nuestra meta debe ser clara: ser felices”.

“La siguiente reflexión japonesa debemos asumirla para ser felices: ‘Si no es tuyo, no lo tomes; si no es justo, no lo hagas; si no es cierto, no lo digas; si no lo sabes, cállate’. ¡Asúmela!”. “Ser honesto y alegre no es incompatible; al contrario, es una combinación que nos hace más felices y multiplica nuestros actos positivos”.

Y, finalmente: “Cuando logramos reírnos de nosotros mismos con naturalidad y sin complejos, si todavía no somos libres y felices, estamos a un paso de serlo. Andar con la ‘cara dura’ no es requisito para hacer lo correcto ni cumplir con nuestro deber”.