-Mons. Héctor Rafael Rodríguez
La comunidad parroquial de Villa Trina celebró su hermosa tradición de la Cena Pan y Vino el pasado 30 de noviembre. Aquí, tuve la oportunidad de compartir una reflexión frente a una preocupación que cada día se vuelve más visible: Corremos el riesgo de vivir bajo el mismo techo solo para compartir el mismo wifi, sin compartir la vida, la mirada, la escucha ni el corazón.

La tecnología es un don, pero nunca puede sustituir la ternura, la presencia, el diálogo y la fraternidad que hacen de la familia una verdadera “Iglesia doméstica”. En este Adviento, tiempo de espera y esperanza, nos urge volver a lo esencial: reencontrarnos como familia, reconectar desde el alma y hacer de cada hogar un espacio de amor concreto, miradas auténticas y vínculos reales.
Gracias al Padre Alejandro Contreras por extenderme la invitación a esta actividad, a su equipo pastoral y a todos los fieles que, con tanto cariño, prepararon este encuentro que ya forma parte del corazón espiritual de esta comunidad.

Agradezco profundamente la calidez, la cercanía y la fe con que la comunidad de Villa Trina vive su camino cristiano. Para mí siempre es una bendición poder acompañarlos, escucharlos y orar juntos, especialmente cuando nos preparamos para la venida del Señor.






