Pedro Domínguez

Me encantan las tertulias jurídicas donde participan abogados de distintos pensamientos. Nos nutrimos examinando desde diversas ópticas lo que refleja nuestro sector. Siempre repasamos cómo marcha nuestra justicia; al respecto, en los últimos años, aunque hay consenso, los debates son intensos, sobre todo cuando el ingrediente político-partidista se apodera del escenario. Además, las pasiones resaltan en este tipo de peñas.

Lo que expresaré podría extrañar a quien no está acostumbrado a la toga y al birrete. De estos encuentros y de conversaciones privadas con conocedores de nuestra sociedad, destacó un denominador común: los actores de la justicia dominicana, en términos generales, tratan de hacer su trabajo con eficiencia y honestidad. 

En realidad, los corruptos son la excepción, aunque quizás no reciban el castigo merecido cuando violan la ley, lo que representa una seria debilidad del sistema.

Estuvimos de acuerdo en que gran parte de los jueces cumple de forma razonable o excelente su rol. Existen cientos de magistrados que dignifican al Poder Judicial, sean jóvenes egresados de la carrera o profesionales con muchos años al servicio de la judicatura.

Estos jueces son valorados, supervisados, se mantienen de su salario y quizás también de la academia. Los hay en todas las instancias, desde los Juzgados de Paz hasta la Suprema Corte de Justicia, y por igual incluyo al Tribunal Constitucional, al Tribunal Superior Administrativo y al Tribunal Superior Electoral.

Prácticamente puedo repetir lo mismo del Ministerio Público. Cientos de fiscales hacen su labor con responsabilidad, en ocasiones sin tener las condiciones materiales adecuadas. Arriesgan sus vidas cada día, enfrentando lo peor de la población, y lo hacen con un valor encomiable. Muchos viven de manera humilde, solo con lo que perciben cada mes. Inspiran respeto entre los abogados. Varios son excelentes catedráticos en universidades. Los hay en todos las instancias.

Otro protagonista de la justicia es la Policía Nacional. Sin dudas, ha mejorado sustancialmente, tanto en lo moral como en lo preventivo e investigativo. Cada día comprende más su misión establecida en la Constitución y las leyes. Hemos progresado.

Los abogados son parte esencial de nuestra justicia. En nuestras reuniones resaltamos que la mayoría actúa de manera correcta, que los sinvergüenzas son los menos. En lo particular, confío a ciegas en casi todos los abogados que conozco, donde solo basta la palabra de cada uno para cumplir una obligación. 

Nuestra sentencia en esos encuentros suele ser que aunque el camino todavía es largo y existen notables deficiencias, en materia de justicia avanzamos. Gracias a Dios, tenemos a favor que la ciudadanía está atenta y no guarda silencio cuando se irrespeta a la justicia, que es la voz de la verdad.