“Estén atentos y vigilen, porque no saben cuándo llegará el momento.” (Mc 13,33)
- Diácono Ysis Estrella Román
Al terminar el año litúrgico, Jesús nos invita a despertar el corazón. La vigilancia cristiana no es miedo ni nerviosismo; es vivir atentos, con los ojos abiertos a su presencia y con el corazón preparado para reconocerlo en cada situación de la vida. Vigilar es estar despiertos para amar más y servir mejor.
Mañana inicia el Adviento, tiempo hermoso para renovar esta actitud. Es un tiempo para hacer silencio, revisar nuestra vida y dejar que Dios nos encuentre. El Papa Francisco nos recuerda: “La vigilancia no es esperar con los brazos cruzados, sino vivir preparados para acoger al Señor cuando venga.” (Homilía, 2 diciembre 2018).
Estar vigilantes no significa vivir tensos, sino vivir con sentido. Cada vez que perdonamos, que acompañamos a alguien, que ayudamos al que necesita, estamos diciendo sin palabras: “Señor, te espero”. La vigilancia del cristiano es activa: construye, anima, escucha, abraza y siembra paz en medio del mundo.
Hoy, al cerrar el año litúrgico, pidámosle al Señor un corazón despierto, sensible y disponible. Que este Adviento nos encuentre con la lámpara encendida y con el deseo de caminar hacia Él.
El Señor viene siempre: viene en su Palabra, viene en la oración, viene en la Eucaristía, viene en el hermano necesitado y viene en cada momento en que abrimos el alma para amar. Por eso, vigilar es aprender a reconocer sus pasos en nuestra vida. Él está cerca, y quiere renovarnos con su luz y su esperanza.




