José Jordi Veras Rodríguez
Estamos viviendo en un mundo que se ha retorcido, donde la apariencia es más importante que el valor moral, ético y del esfuerzo. Donde el egoísmo quiere imponerse por encima de la empatía. Donde el verdadero amor, ya no deseamos protegerlo porque no queremos comunicarnos sino, solamente, a través de redes sociales, o buscando conflictos. No queremos sentarnos a hablar cosas triviales, como cuando existía el ímpetu del enamoramiento, debemos buscar desaprender lo que aprendimos, a veces de forma incorrecta, porque así nos enseñaron.
Debemos renacer, desde el interior, y que pueda relucir hacia lo exterior el gran corazón que acoge la bondad y la lealtad.
Hemos dejado que el miedo nos invada y las expectativas del futuro, permitiendo que muchos hoy sean presas de la depresión porque han perdido toda esperanza y la fe, porque hay quienes eran portadores de la Palabra, han caído, y debemos enseñarles a volver a creer en Jesús.
Hemos permitido que el ego exacerbado se haga dueño de nuestros límites sin buscar un equilibrio de cómo debemos ver la vida, que no es más que el ahora, cuando estás leyendo estas letras, y olvidarte de lo que no está sucediendo ni sucederá, porque simplemente, la vida es hoy y es una sola y prestada.
Porque hemos querido controlarlo todo, hasta el caminar de las vidas de los demás, cuando hemos olvidado que no tenemos el control de nada de lo que está fuera de nosotros, tan solo de nuestras decisiones, pero en lo que buscamos entronizarlo, se nos va yendo la vida.
Necesitamos volver a un mundo en el que grano a grano, vayamos llenándolo de mayor solidaridad, menos violencia, y que pensemos más en vivir para la paz y por la paz, porque es lo único que nos salva como seres humanos.
Necesitamos que el otro confíe de nuevo en la palabra dada, porque eso es parte de lo que hemos perdido, por ambición y la pérdida de valores que no hemos ido forjando.
Deseamos poner a propósito de todo esto que hemos expuesto, esta hermosa y aleccionadora canción del artista español, El arrebato, y la canción, titulada, “Gente luminosa”, que dice:
Gente luminosa
“Me quedo con quien me cuida
Me quedo con quien me valora
Con quien me hace reír y ríe conmigo, da igual la hora
Me quedo con quien escucha
Atentamente mi desahogo
Con quien procura mi bien
Con quien se queda a pesar de todo”.
“Me quedo con quien me pide
“Ponme un WhatsApp cuándo llegues”;
Y se alegra más que yo si tuve un golpe de suerte”.
“Me quedo con esa magia de una lágrima compartida
Me quedo con quien me ayudó
A encontrar aquella salida”.
“Qué guapa es la gente luminosa
La que baila porque sí
La que sonríe a todas horas
Con la que respiras lento
La que te regala tiempo”.
“Y si un día no lo tiene, lo fabrica para ti
Me quedo con quién enciende
Bombillas en mi camino
Saca lo bueno de mí y me hace sentir vivo”.
Es posible reconstruir este mundo,
con más personas luminosas, que su alma
se encienda y se deje sentir ante los demás
y que salga más, el ser humano que lo impersonal.




