Síntesis pastoral del documento Mater Populi fidelis
-Padre Ángel Díaz Gil
El Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha publicado una Nota titulada Mater Populi fidelis (“Madre del Pueblo fiel”), con el propósito de aclarar el papel de la Virgen María en la obra de la salvación y ofrecer luz a los fieles sobre el sentido genuino de la devoción mariana.
Desde el inicio, el texto afirma que «la devoción mariana […] no se contempla para corregirla, sino, sobre todo, para valorarla, admirarla y alentarla» (Presentación). La piedad del pueblo —dice la Nota— es un verdadero tesoro de la Iglesia, donde los fieles encuentran en María «refugio, fortaleza, ternura y esperanza» (Presentación).
El centro del documento es una verdad fundamental: Jesucristo es el único Salvador y Mediador. Todo el papel de María se entiende en relación con Él. El texto recuerda que «el principal problema […] es cómo se entiende la asociación de María en la obra redentora de Cristo» (n. 3), y explica que su cooperación es real pero subordinada, pues María «colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres» (n. 13; cf. Lumen Gentium 56).
María es, en palabras del documento, “la primera redimida” y «prototipo, modelo y ejemplo de lo que Dios quiere realizar en cada persona redimida» (n. 14). Su “sí” al ángel y su presencia junto a la cruz hacen de ella Madre del Pueblo fiel (n. 9), porque en la Pascua Cristo nos la entrega como madre (cf. Jn 19,26-27).
Sobre el título “Corredentora”
La Nota dedica un apartado especial a este tema. Reconoce que algunos Pontífices lo emplearon con buena intención, pero aclara que su uso hoy no es conveniente. Señala: «El título de Corredentora […] corre el riesgo de oscurecer la única mediación salvífica de Cristo» (n. 22); y añade: «Cuando una expresión requiere muchas y constantes explicaciones […] no presta un servicio a la fe del Pueblo de Dios» (n. 22).
Por eso, afirma el documento, Cristo es el único Redentor: «El Redentor es uno solo y este título no se duplica» (n. 21). En efecto, María nunca quiso para sí nada que perteneciera a su Hijo; su grandeza está en ser “la esclava del Señor” (Lc 1,38), que nos invita: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5; n. 22).
Sobre el título “Mediadora”
El documento reconoce que María puede ser llamada “mediadora” en un sentido participativo y maternal, nunca paralelo al de Cristo: «Cristo es el único Mediador […] El papel del Verbo encarnado es exclusivo y único» (n. 24). Sin embargo, por su fe y obediencia, María cooperó de modo singular en la Encarnación y en la vida de su Hijo. Su mediación se entiende como intercesión maternal, una mediación “participada” (n. 28), que brota de la plenitud de gracia que recibió: «Llena de gracia» (Lc 1,28).
La Nota aclara que «la función materna de María de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia» (n. 37b). Por eso, toda devoción mariana auténtica honrada la Madre, el Hijo sea debidamente conocido, amado, glorificado» (n. 37b; cf. Lumen Gentium 66).




