Foto en el camino
Ocupando el 70% de la superficie del planeta, el impacto de la cultura humana sobre los océanos es determinante: Desde la pesca industrial, hasta los espacios de circulación, el océano recibe el impacto de la actividad del hombre, y cataliza los indirectos de la actividad humana que sobreexplota materias primas y combustibles, la base de un desarrollo insostenible.
El cambio en el clima, resultado de los procesos de combustión y el deshielo generado, pone en peligro los espacios donde el hombre vive y se sustenta. Pueblos y aldeas, ciudades, islas y zonas continentales enfrentan el riesgo de inundaciones y desaparición.
En lo doméstico, el mar se deteriora inexorablemente. Los cambios de temperatura han generado el “blanqueo” de las colonias de coral, la exposición del calcio de sus estructuras tubulares y por consiguiente el descalabro de los refugios de vida. La pesca artesanal con compresores, ha contribuido a la destrucción de los refugios y de las especies en su estado juvenil, impidiendo la reproducción. El sargazo es la muerte visible de las praderas marinas que sueltan su follaje muerto a la línea de flotación.
La no regulación del ecoturismo y sus espacios, expone especies como el Manatí a la muerte por golpeadura, así como derrames de oleicos y un volumen de ruido y presencia humana no acorde con la vida marina. La falta de vigilancia de ciertos espacios expone el Carey y las tortugas marinas a la pesca en tiempos de veda, al igual como ocurre con otras especies de alta demanda.
El Día Mundial de los Océanos es un llamado global a mirar al mar, 17 millones de toneladas de contaminantes que irán en ascenso para las próximas décadas, una subida del pH con el 30% más ácido que en la época preindustrial, amenaza la vida del millón de especies conocidas que alberga.