“El hombre que oculta su pasado se niega a sí mismo”. (Fausto García)
A primeras horas del día trece de enero del 2025 nos dejó, se despidió de este mundo para ir rumbo al cielo el polifacético, que pasó haciendo el bien. Me refiero al amigo, compadre y hermano Efraín Ortega. Oriundo de Los Hidalgos, Puerto Plata. Es hijo adoptivo de Santiago, donde se adueñó del Yaque dormilón y de mucha de la gente de esta provincia, y más allá de ella.
Nos conocimos hace más de 30 años, llegando a ser compadres recíprocos, compartimos oficinas de trabajo y, en fin, hasta vecinos. No recuerdo cómo fue, pero sí sé que llegó a mi oficina de la Ave. Bartolomé Colón No.96 altos, frente a la Base Aérea de Santiago, donde ocupó un despacho para brindar sus servicios de psicólogo, los cuales ofreció con mucho atino y abnegación en favor de tantos ciudadanos necesitados por múltiples problemas o conflictos propios de su área.
Esto fue a principios de los noventa. Tengo un pariente que vivió un serio trastorno psicológico/psiquiátrico a quien él ayudó entregándose en cuerpo y alma. Es tan solo uno de tantos testimonios, pues hoy, más de 20 años después, ese pariente me preguntaba por él y le mandaba saludos afectuosos, diciéndome que a Efraín le debía la vida.
Efraín fue maestro, sastre, cantautor, poeta, y hasta agricultor en los últimos años, pues disfrutaba ver parir la tierra. Le complacía cosechar y compartir con sus amigos y vecinos como primicias de su empírica condición de agrónomo. Es imposible describir un ser humano tan variado como Efraín Ortega, pues hasta en escritor se convirtió en los últimos años, llegando a publicar al menos tres libros y un par que quedaron inéditos, casi para imprenta, uno de los cuales me dio a leer y revisar, y a la verdad, que todavía me río cuando recuerdo algunos de los cuentos y ocurrencias suyas.
En la misa de cuerpo presente celebrada por el padre Logroño de la parroquia San Ramón Nonato, de los Cerros de Gurabo, Stgo, comunidad a la que pertenecía Efraín. El padre dio algunos de los detalles de los encuentros con Efraín, quien lo mandó a buscar en un momento y le dijo, “quiero poner mis cosas en orden con Dios”. Esto luego de haber tenido un encuentro con él a través del retiro para hombres de la Hermandad de Emaús, hacía ya más de dos años.
Su acercamiento y entrega a Dios cuando todavía había tiempo, fue, es y será lo más importante en su vida terrena, pues a la vez le aseguraba un pasaje de ida a la vida eterna que nos ofrece Jesús, nuestro señor y salvador. Contaba el sacerdote que él le relató una experiencia hermosísima que tuvo con la Virgen María, siendo aún niño. A mí me la contó también, e incluso hizo que alguien la pintara a lápiz como para dejarla entre los suyos. Fue algo realmente muy hermoso lo de aquella aparición, pues sin duda, fue una aparición efímera, de quien sería su guía e intercesora ante tantas luchas y batallas que le tocaría librar y que libró desde muy temprana edad hasta los días finales en este mundo terreno.
Efraín tenía una voz única como artista, convirtiéndose en un gran expositor de las canciones de Johan Manuel Serrat, muchas de las cuales entonaba y cantaba en una voz melodiosa que parecía angelical.