Dr. Rafael Collado Cruz
- En la vida cristiana, todos somos peregrinos, caminantes en un viaje espiritual que no tiene fin. “Peregrinos de Esperanza” nos recuerda que nuestro destino final no es un lugar físico, sino una transformación interior que nos lleva a la Pascua, a la resurrección, a la renovación, a una vida nueva. Una vida que debe vivirse con alegría, aun en medio de las dificultades “Tengan esperanza y sean alegres (Romanos 12, 12). En este sentido, la alegría cristiana está directamente relacionada con el encuentro con Cristo y el vivir en su presencia, lo cual da sentido a la esperanza.
- Ser peregrinos de esperanza significa vivir con la confianza de que, aunque el camino sea difícil y a veces incierto, siempre estamos acompañados. Dios, es la única fuente de nuestra esperanza, independientemente de las circunstancias que estemos atravesando. “Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse (Isaías, 40, 31). La esperanza no es solo un sentimiento; es una certeza que se alimenta de la fe, de la oración y de la entrega a los demás. En ese sentido nos dice el documento de Aparecida en su numeral 79 “Los peregrinos de la esperanza no solo avanzan en su camino con la certeza de que llegarán a la patria celestial, sino que, al hacerlo, se convierten en signos de esperanza para los demás, especialmente para aquellos que atraviesan momentos difíciles. La esperanza cristiana les da fuerzas para vivir con gozo y confianza en medio de las adversidades”.
- Como peregrinos, sabemos que somos imperfectos, pero también sabemos que, con cada paso que damos, nos acercamos más a la verdad, al amor y a la vida que solo Cristo puede ofrecernos. Él es la fuente de nuestra esperanza, a través de la fe, Él nos llena de gozo y paz, guiándonos hacia una esperanza que no defrauda (Romanos 15, 13). La esperanza se fortalece mediante la oración “No se inquieten por nada, más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios, y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús” (Filipenses 4, 6-7).
- Es esencial que como cristianos, reflexionemos sobre nuestra vida hacia la Pascua. ¿Estamos viviendo con la esperanza que da sentido a nuestras vidas? ¿Estamos dispuestos a cambiar, a dejar atrás lo que nos aleja de Dios para seguir con más fervor su camino? Recordemos que, como peregrinos de esperanza, cada paso que damos nos acerca más al misterio de la resurrección, a la nueva vida que Cristo nos ha prometido.
- Como peregrinos de esperanza, llevemos en nuestro corazón el mensaje de que, con Cristo, siempre hay un nuevo comienzo, siempre hay una razón para seguir adelante, siempre hay un horizonte de paz y vida eterna. Mons. José Ángel Meneses en su libro Peregrinos Apóstoles nos dice “el auténtico peregrino, además de recorrer caminos terrenos, vive la experiencia de un viaje interior en el que acabará descubriendo a Dios”.
- El camino hacia la Pascua no es un camino de soledad. En cada paso, el Espíritu Santo nos acompaña, fortaleciendo nuestra fe y guiándonos hacia una reconciliación más profunda con Dios y con los demás. El camino hacia la Pascua no es solo un ejercicio individual; es también una invitación a vivir en comunidad, a caminar juntos como hermanos en la fe, ayudándonos mutuamente a superar las dificultades y a mantener la esperanza viva en nuestros corazones. En ese sentido nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1818 “La esperanza es una confianza activa y confiada en que Dios no fallará en sus promesas. No se basa en nuestros méritos, sino en la fidelidad de Dios”.
- La esperanza de la Pascua nos anima a vivir con un corazón lleno de fe, sabiendo que la vida eterna está al alcance de quienes siguen a Cristo, quienes aceptan la cruz en sus vidas y confían en el poder de su resurrección. A pesar de las situaciones por las que estemos pasando, debemos siempre estar dispuestos a ser peregrinos de esperanza que caminamos hacia la Pascua, pues como nos dijo Aristóteles “La esperanza es el sueño de los que están despiertos”.