El mes de diciembre nos trae el adviento y la navidad, dos tiempos litúrgicos anómalos desde la pastoral, pues el primero se quiere vivir como cuaresma por el talante penitencial que tiene, y el segundo se vive en medio de una mundanidad que lo absorbe.

Sobre el adviento lo primero es que en verdad es un tiempo penitencial, pero no con tanto rigor como la cuaresma, pues si en esta se hace hincapié en la preparación fuerte y sacrificial de cara a la pascua: la muerte y resurrección de Cristo, en este se busca prepararnos para celebrar la primera venida del Señor, y más que la búsqueda de fuertes penitencias y sacrificios, se invita a hacer presente la virtud teologal de la esperanza. Entonces habrá que establecer una pastoral acorde con la finalidad a la que apunta y lo que se busca, si bien es cierto ya la Iglesia desde hace mucho tiempo establece algunos elementos sacramentales para este tiempo como la bendición de la corona de adviento, el árbol y los nacimientos; mediante la religiosidad popular se nos brindan los aguinaldos o misas de mañanitas y las posadas. Algunos comienzan a programar retiros y actos penitenciales, donde la mayoría de la gente brilla por su ausencia, de igual forma se piden ayunos, en un tiempo donde la comida campea por todas partes y se convierte en un buen signo para el encuentro y compartir. Está algo que si tiene mucho peso, y es el hecho de la limosna, a través de la donaciones de canastas de comidas para los más necesitados o inmediatamente a la navidad para que celebren su cena de nochebuena.

Todos esto puede ayudar bastante a la buena celebración del adviento, tal vez los retiros, actos penitenciales y ayunos deberían sopesarse o darle una vertiente más en la línea de la esperanza, podría ser en vez de retiro la realización de un pregón o anuncio del adviento o sobre la esperanza, lo del ayuno podría encauzarse hacia la limosna o donación de alimentos para la celebración de la navidad, y los actos penitenciales, podría ser una celebración comunitaria de la penitencia en los albores de la nochebuena, y seguir fomentando y haciendo madurar y más extensivo la corona y el árbol de navidad y los nacimientos con jornadas de bendición y encuentro en los hogares de los sectores, no solo en el templo o capilla; las posadas y las misas de aguinaldos, mantener ese criterio de encuentro de la comunidad y de las familias junto a la meditación y reflexión del tema del año que la Iglesia en su plan de pastoral nos facilita, y darle riendas a la creatividad pastoral animada por el Espíritu.

El tiempo de la navidad, pastoralmente es muy pobre, además de su brevedad, pero su liturgia es rica en significativas celebraciones eucarística donde se hace presente todo lo que se da entorno al niño. En los hogares es significativa la cena de nochebuena donde se ora, y en las familias que tienen el nacimiento se coloca al niño. Está la celebración del año nuevo, ante la cual se podrían formular algunos subsidios que ayuden para que la familia de gracias por el año que termina y ore al buen Dios por el que comienza. Esta la festividad de la Sagrada familia y de la Epifanía del Señor, junto a la conmemoración de la muerte de los Santos Inocentes, que podrían emplearse dichas fechas para fomentar el encuentro familiar y algún tipo de actividad pastoral con los niños.

En definitiva, estos tiempos litúrgicos de final de año: Adviento y Navidad, debemos ubicarlos en su justo lugar y comenzar a aprovechar pastoralmente la riqueza espiritual y de fe que cada uno nos puede proporcionar.