Dicen que el feminicidio es el último peldaño de la agresión. Como abogado, he defendido a familiares de damas heridas de muerte o a señoras golpeadas o amenazadas por un dizque “hombre”. Es un proceso desgarrador: aunque impacta en la sociedad, de manera específica lo sufren en el alma los hijos de la pareja, familiares y amigos. Luego del hecho y de la encarcelación inicia un doloroso y complicado drama humano.

En 1993, la Organización de Naciones Unidas (ONU) ofreció unos datos alarmantes: una de cada tres mujeres a nivel mundial ha sufrido violencia física o sexual a lo largo de su vida,  cada día más de 80 mujeres son asesinadas en el mundo por razones de género y alrededor de 15 millones de niñas menores de 19 años han sido víctimas de abuso sexual.

Y si nos concentramos en esta área geográfica, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estableció que en 2023 hubo al menos 3,897 feminicidios en 27 países de la región, lo que representa 11 mujeres asesinadas cada día. Si la noticia en sí misma es triste, nos aflige más cuando afirma que luego de Honduras, que lidera con la tasa más alta de feminicidios con 7,2 casos por cada 100,000 mujeres, está la República Dominicana con 2,4. Este segundo lugar debe ser motivo de profunda preocupación.

En este orden, de vez en cuando, hay noticias alentadoras, que de algún modo ayudan a enfrentar este mal, tanto aquí como en el resto del mundo. Por ejemplo, hace días la ONU aprobó una resolución presentada por nuestro país para la conmemoración del 25 aniversario del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, adoptado el 25 de noviembre de 1999 en memoria del asesinato de las Hermanas Mirabal en 1960, por orden del sátrapa Rafael Leonidas Trujillo. 

El evento ocurrió el pasado lunes en la sede de la ONU; su objetivo principal, además de recordar a nuestras tres heroínas, fue “revisar los avances logrados en los últimos 25 años en la lucha contra la violencia de género y trazar estrategias para eliminar por completo este flagelo que afecta a millones de mujeres”. Allí estuvieron las más importantes autoridades de la ONU, representantes de nuestro gobierno y de la honorable familia Mirabal. 

Naturalmente, aunque esto es positivo, apenas es una gota del océano del problema. Disminuir sustancialmente el feminicidio es un deber de gobernantes y gobernados. Toda campaña de educación o prevención y seminarios sobre el tema deben ser aplaudidos. Ojalá llegue el momento en que la palabra “feminicidio” no esté en nuestro diccionario ni provoque afectados que requieran la asistencia de abogados.