Padre William Arias
En este noviembre que nos invita a tener presente las vocaciones, recordé que hace un tiempo leí un interesante artículo de la revista “Columbia”, de los Caballeros de Colón, que me hizo recordar mis primeros pasos en el camino vocacional, al cual el Señor me invitó, sobre los hermosos testimonios de tres jóvenes que iban a ser grandes estrellas del deporte profesional y, sin embargo, dejaron todo eso y le dijeron que sí al Señor, a través de su entrada al Seminario.
Estos tres jóvenes iban a tener carreras promisorias de éxito y riquezas, y no se diga de la fama en los diversos deportes que ya practicaban, todos de Estados Unidos. El primero viene del fútbol profesional. Ya había jugado durante cuatro años en la liga de Chile, y en el momento de su decisión, estaba militando con uno de los equipos que componen las ligas mayores de fútbol en los Estados Unidos. Expresaba que aunque competía ante grandes multitudes que aplaudían, se sentía nostálgico, fuera de lugar, y lo que hacía era ir a las Iglesias que encontraba.
A partir de ahí comenzó a pensar en el sacerdocio, y cuando se decidió, no encontraba cómo decírselo a su equipo, pues pensó en cómo lo tomarían. Vaya sorpresa, pues cuando se los dijo, todos le felicitaron y le exhortaron a seguir adelante. Hoy día está en un Seminario del que dentro de tres años saldrá siendo sacerdote.
El segundo joven viene de ser un jugador de Golf. Ya estaba a punto de pasar al profesionalismo, pues había ganado varios torneos juveniles. Cuando decide ingresar a la orden de los Padres Dominicos para ser sacerdote. Un elemento interesante en la vida de este joven es que él había sido antes de la Iglesia Presbiteriana, una Iglesia protestante. Es pues al poco tiempo de ser católico que descubre su vocación sacerdotal.
El tercero es muy significativo, pues estaba en un deporte que dice mucho en estos días en nuestro país: el béisbol. Este joven era un jugador estrella en el béisbol universitario y parecía que iba a hacer una gran carrera en el béisbol, pues en su última temporada, antes de ser firmado había bateado el famoso 30-30: 30 jonrones y 30 bases robadas, y se le había dado el MVP. Es decir, el jugador más valioso de su liga.
En el verano fue firmado por el equipo de grandes ligas, los Atléticos de Oakland, pero él luego anunció su retiro del béisbol para entrar en un monasterio, y actualmente es novicio de la congregación de los Padres Norbertinos en Silverado, California.
Es maravilloso lo que él expresa sobre su nueva vida, en cuanto que en el béisbol hay mucha alegría, pero dice él, que en la vida monástica “la alegría es mucho más profunda”.
Ellos señalan que todavía les gustan sus antiguos deportes, pero quieren hacer algo más de lo ordinario por el Señor, y ayudar a la comunidad, y a partir del momento que dijeron sí al Señor y lo dejaron todo para seguirle, dicen sentir mucha paz en su corazón.
Estos jóvenes nos recuerdan aquel evangelio de Mateo 13,44-45 de aquel que encuentra un tesoro en el campo o la perla más valiosa, va y vende todo para adquirir el campo o la perla más fina, pues la vocación sacerdotal es eso, un bello tesoro al cual nos llama al Señor, o en términos de Jeremías 20,7 un llamado seductor de Dios, donde nos dejamos seducir por él.
Como estos jóvenes, somos muchos los que hemos encontrado en la vocación sacerdotal el sentido pleno a nuestra existencia, la paz y felicidad que anhelamos y buscamos; sabemos que hay muchos a los que Jesús también llama, ojalá que sean valientes como estos jóvenes y no desperdicien la oportunidad de tener este gran tesoro en sus vidas, que es el decir sí al Señor a través del sacerdocio.