El Papa Benedicto XVI en su gran sabiduría decía que el cristianismo no es una religión del libro, aunque tiene un libro de ayuda que es la Biblia. Con esto quiso decir, que la religión cristiana no es como los musulmanes, por ejemplo, y otras religiones, que todo se reduce a lo que dice lo contenido en un libro, considerado revelado, aunque una de las tentaciones en la que caen nuevos grupos cristianos, como las sectas, es que quieren  reducirlo todo a la Biblia, con el famoso cliché de: “La Biblia dice” o “dónde está eso en la Biblia”, etc., es decir, todo lo relativo a la fe lo reducen a las Sagradas Escrituras.

La fe cristiana parte de la Revelación, del Dios que se ha autocomunicado con el ser humano, de muchas y diversas maneras, como dice Hebreos 1, 1. Esa revelación se ha ido transmitiendo de diversas formas, primeramente como todo de manera oral y luego, para que no se alterase, se puso por escrito, y de ahí surge la Biblia. 

Pero primeramente hay todo un espacio y tiempo que obedecen a una transmisión, tradiciones que se fueron transmitiendo, las cuáles contenían esos vestigios de la revelación, algo que se dio tanto en la experiencia del Antiguo como del Nuevo Testamento, de ahí la importancia que lo que llamamos Tradición tenga tanta importancia, sobre todo para católicos y ortodoxos, no así para los protestantes.

Entonces la transmisión de la Revelación, primeramente fue tradición que luego se escribió, esta estuvo primero que la Biblia, de ahí que se diga que muchas cosas relativas a la fe revelada no han quedado contenida en las Sagradas Escrituras, ha tenido que corresponderle al Magisterio de la Iglesia, ayudar a clarificar, interpretar y exponer esas verdades reveladas, no contenidas en la Biblia. 

Pero resulta que muchas de esas verdades reveladas que nos llegan por la Tradición de la Iglesia y que sostiene y expone el Magisterio, tienen sus soportes bíblicos, pues la revelación es una, aunque nos llegue por diversos caminos y en diversas formas. 

Hay una unidad que prevalece en el Dios revelado y que se revela, que hace un todo armónico, donde cada parte dice del todo, y en ese todo se sostienen todas las verdades.

Para los cristianos católicos cuya fe se basa en esta revelación de Dios, los fundamentos de ella corresponden a esa sana Tradición, a las Sagradas Escrituras (la Biblia) y al Magisterio. De ahí lo que decimos que la fe nuestra no se reduce a la Biblia, creando un biblicismo forzado, que es lo que vemos en muchos hermanos sectarios y que amenaza a algunos grupos católicos, expositores de una apologética de bases bíblicas que no se sostiene y que fuerzan los textos. 

Este priorizar la Biblia como único vehículo de la revelación, es bueno recordar que esto viene desde los orígenes del protestantismo, basados en las cinco solas de la fe expuestas por Lutero, entre las que está “la sola Escrituras”, es decir, solo la Biblia, echando por el barranco o fuera la Tradición y el Magisterio como fundamentos también de la Revelación, al igual que la Biblia.

 Vale pues que haya esa claridad en el creyente católico, en cuanto a los fundamentos de la fe y en el lugar que ocupa la Biblia, sabiendo que la base es la revelación de Dios, que ha llegado a nosotros de diversas maneras, pero para nosotros a través de la Tradición, la Biblia y el Magisterio, y las Sagradas Escrituras tienen su importancia capital, pero sin olvidar y sin dejar de estar conectadas con los demás fundamentos.