Por: José Jordi Veras Rodríguez
Desde la pandemia, recordamos muchos especialistas que llevamos a los distintos medios que producimos, como radio y tv, y otros con los que conversamos fruto de los expedientes civiles, penales y de tierras que manejamos. Y nos decían, que lo peor de lo que era tanto encierro, sería la afectación de la salud mental del ser humano.
Pues los hechos que hemos estado viendo desde hace tres años es el reflejo de todo eso cuanto se dijo. Solamente tenemos que mirar al conducir un vehículo por cualquiera de nuestras calles y avenidas para darnos cuenta en la manera atolondrada, sin ningún tipo de respeto y de cuidado con los demás, en la forma en que se está conduciendo.
Salimos y llegamos hastiados o cansados o abatidos, porque da la impresión que estamos llegando de un campo de batalla y como si tuviéramos que estamos defendiendo de quienes nos desean agredir.
Pero eso ya indicado, no son los únicos espejos en que podemos mirar la situación mental y como la misma debe llamar a la preocupación, sino en las noticias que vemos, de cómo madres atacan a sus propios hijos. Que desde donde nace la vida, ella misma está siendo el verdugo que le arrebata ese mismo suspiro de aliento. Y ya no se trata de uno o dos o tres casos, sino que son lo suficientes como para buscar despertar como autoridad y ciudadanos de todo cuanto está ocurriendo a nuestro alrededor. Y entender, que cualquiera puede ser víctima de una situación que nos lleve a caer en debilidades con nuestra mente que nos afecten de tal manera que nos roben nuestro raciocinio.
Tenemos que dejar los prejuicios contra los demás y nosotros mismos, que de necesitar ayuda profesional, lo hagamos sin pensar en el qué dirán, verlo como algo tan normal como cuando vamos a otros lugares en búsqueda de recuperar o cuidar nuestra salud física.
Se hace necesario, mayor empatía y sensibilidad no solo social, sino de quienes como autoridad, están llamados a vigilar y cuidar de nuestra salud mental.
Bien lo establecía, la articulista, Inés Aizpún, cuando en uno de sus escritos, establecía, lo siguiente: “Violencia en la escuela, en el núcleo familiar, en la calle… los niños y adolescentes dominicanos conviven diariamente con la violencia, no solo la ven en los videojuegos. La sufren de los que están supuestos a protegerles y en ese clima que hemos normalizado (ya no escandaliza en la cotidianidad) hay semanas trágicas”.
Debemos comenzar a tener como individuos y sociedad, mayor conciencia ante lo que está sucediendo y menos prejuicios en contra de quienes pueden estar padeciendo de una situación mental, que va más allá de catalogarlos, es más mirarnos en ese espejo y tener mayor empatía. Ser simplemente humanos.