Jarabacoa.- El pasado 24 de mayo, en un emotivo y solemne acto litúrgico, se celebró la Dedicación del Templo del Monasterio Cisterciense Santa María del Evangelio. La ceremonia fue presidida por Monseñor Tomás Morel, Administrador Apostólico de la Diócesis de La Vega, en el marco de los 35 años de la aprobación de la fundación del Monasterio y los 28 años de la mudanza formal a las actuales edificaciones, por parte de la comunidad monástica. Dicha celebración se había pospuesto en el tiempo, esperando contar con una ocasión prudente, tras varios años de estabilidad en el lugar, así como con más elementos propios de la Iglesia. Es así, como tras participar en la dedicación del Templo Parroquial San Juan Bosco de Pinar Quemado, sector al que pertenece el monasterio, se vieron motivados a dar este importante paso.
El rito solemne de la Dedicación del Templo tuvo como finalidad preparar el altar para convertirlo en el ara y mesa del Señor, el lugar donde se celebra la Eucaristía, sacramento del sacrificio de Cristo y alimento del pueblo de Dios. Este rito, cargado de simbolismo y tradición, no solo consagra el altar y el templo, sino que también refuerza el compromiso de la comunidad con su fe y su devoción.
Durante su homilía, Monseñor Tomás destacó la importancia del templo como lugar de oración y encuentro con Dios, conectando su mensaje con el Año de la Oración y el particular estilo de vida de los monjes cistercienses. “El templo no es solo una estructura de piedra, sino un lugar sagrado donde nos encontramos con Dios, donde nuestras oraciones se elevan y nuestros corazones se llenan de Su gracia,” afirmó Monseñor Tomás, subrayando que los verdaderos componentes de la Iglesia son sus miembros, las “piedras vivas” de la comunidad de fieles, cuya cabeza es Cristo.
La ceremonia contó con la presencia de amigos, familiares, huéspedes y bienhechores del Monasterio, quienes demostraron con su asistencia que la Iglesia trasciende las paredes físicas y se encuentra viva en cada uno de sus miembros.
La espiritualidad y el simbolismo impregnaron cada momento de la celebración, desde la aspersión del agua bendita, la liturgia de la Palabra, la unción del altar y las paredes del templo, hasta el incienso que llenaba todos los espacios de la iglesia con su suave aroma. El revestimiento del altar y la sagrada liturgia eucarística se dispusieron perfectamente para la gloria y alabanza de Dios y nuestra salvación.
Al finalizar la ceremonia, Dom Jhonny Almonte, O.C.S.O., prior titular del monasterio, en nombre de toda la comunidad monástica, dirigió unas palabras de agradecimiento a los presentes e invitó a todos a compartir un pequeño refrigerio. En su discurso, Dom Jhonny resaltó el espíritu de unidad y fe que caracteriza al Monasterio y a sus seguidores.
Para concluir, recordamos las palabras del Salmo 84: “¡Qué amables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma anhela y aún se consume por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo.” Esta cita bíblica refleja el espíritu y la devoción que se vivieron en la Dedicación del Templo del Monasterio Cisterciense Santa María del Evangelio, un lugar de encuentro y oración, un refugio de paz y espiritualidad.