José Jordi Veras Rodríguez
Hace unos días, con el Sermón de la Siete Palabras, dieron en la diana, porque se expresó la realidad social, política, económica e institucional que estamos viviendo como país.
Tan pronto marcaron las pautas los líderes religiosos que les tocó cada frase de Jesús, expresaron el clamor que tiene cada dominicana y dominicano que lo sufre, desde las vertientes que fueron abordados los temas.
Expresiones como: “Perdón por los que buscan resolver los problemas y situaciones desde las plataformas digitales, en expresiones desencarnadas de la realidad, olvidando la cercanía y el encuentro. En definitiva, por los que han olvidado la razón de ser de su misión y su servicio”. Muestran la insensibilidad que en algunas personas se ha apoderado y que se supone deben brindar un servicio por el cual se les paga.
No debemos olvidar que el pueblo dominicano ha sabido esperar de forma paciente, por el cumplimiento de conquistas que no llegan por el poder político, sino por las exigencias ciudadanas, y esto tiene que comenzar a cambiar. Que el dolor sea sentido por quienes se asume que son nuestros representantes.
Hoy se quiere culpar al Sermón o a los religiosos, igual como sucedió cuando Fray Antón de Montesinos, pronunció su denuncia ante los males que sufrían los indígenas. Hoy se quiere culpar a los que han denunciado la realidad que se vive en los actuales momentos, donde hay crisis moral, cívica, política, social y económica.
Otro de los temas nodales fue: “Padre, perdónanos, porque aún sabiendo que necesitamos una nueva ley de seguridad social, preferimos entretenernos en proyectos de leyes que sirven para el show mediático y hacer graciosos a quienes las promueven.
Quién no ha sufrido los embates y obstáculos que se tienen desde las ARS para el aspecto de la salud, que cada día es más precaria. Es el mismo tema que el educativo, que se paga y se tiene el 4%, pero cada vez es más imprecisa.
Con el Sermón pronunciado, simplemente, cada religioso fue intérprete de lo mejor de este pueblo y colocaron el dedo en la llaga.