Sabemos perfectamente cómo las heridas físicas y espirituales afectan a la vida. Buscar las fuentes de repararlo es encontrar algo que da fruto y nos santifica.
Jonatán, hijo de Saúl, tenía un hijo cojo, llamado Mipibaal. Cuando tenía cinco años llegó a Jezrael la noticia de la muerte de Saúl y de Jonatán; su nodriza lo tomó y huyó, pero con el apuro de la fuga se le cayó y quedó cojo. (2 Samuel 4:4). El versículo del segundo Libro de Samuel es uno de los muchos dramas del sufrimiento humano mencionados en la Sagrada Escritura. Lo encontramos también en muchas historias y en nuestras vidas.
El Santo Padre Juan Pablo II, en su Carta Apostólica sobre el significado cristiano del sufrimiento humano (Salvifici dolores – 11 de febrero de 1984), incluyó una afirmación sorprendente: La Santa Biblia es un gran libro sobre el sufrimiento (n. 6). El Santo Padre, a su vez, justifica esta afirmación con muchos ejemplos bíblicos de sufrimiento humano moral, mental y físico. San Juan Pablo II quiere decirnos aquí que el hombre sufre por el mal, que es una falta de algo, limitación o distorsión del bien. También se podría decir que el hombre sufre a causa de un bien que no le corresponde, del que ha sido privado o del que se ha privado. Sufre especialmente cuando la bondad -en el orden normal de las cosas- debería ser su parte, pero no lo es (n. 7).
Como ya hemos mencionado, la Palabra de Dios nos da nueva luz sobre el sufrimiento humano. Quiere enseñarnos que el sufrimiento no es un “callejón sin salida” para el hombre, sino que en los planes de Dios puede ser un camino “estrecho y espinoso” que conduce al Reino de los Cielos. Por ello, el Santo Padre recuerda a todos los que sufren la famosa frase de la Carta de San Pablo a los Colosenses:
Ahora me alegra cuando tengo que sufrir por ustedes, pues así completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo, que es la Iglesia (1.24). Esto no significa que la Redención realizada por Cristo sea incompleta. Esto sólo significa que Cristo se abrió desde el principio y se abre constantemente a todo sufrimiento humano. Significa que en la Cruz de Cristo no sólo se logró la Redención a través del sufrimiento, sino que también se redimió el sufrimiento humano. En otras palabras, se convirtió en una herramienta eficaz para la transformación espiritual y la santificación del hombre. Por eso el pensador francés L. Bloy decía: El sufrimiento es una gracia que no merecemos, porque produce inmediatamente tres frutos inestimables: redime de nuestros pecados, redime de los pecados del mundo entero y nos protege del pecado.
Santos ángeles, Dios en su bondad les ha confiado a las personas a vuestro cuidado espiritual. Sean buen apoyo y consuelo para todos los heridos, especialmente cuando tengan que soportar el peso del abandono y la soledad. Amén.