Foto en el camino
Hoy que se conmemora la vida en exultación de la naturaleza de Francisco de Asís, ningún otro motivo más apropiado que Valle Nuevo para referirse a ello.
Anduve los 39 kilómetros de la vía que cruza el parque nacional Valle Nuevo en la tarde de ayer.
Desde Las Espinas hasta el Convento.
El parque de las sabanas es en sí mismo el útero fecundo de la “Madre de las aguas” que sostiene la vida de todo aquello que palpita hacia los cuatro puntos cardinales de nuestra patria.
En su suelo hay sembrada, como una síntesis de la realidad humana, lo que en su momento fue la exaltación al ego y en otro la ofrenda dádiva de la sangre de los que murieron allí en procura de un mundo mejor.
Por eso, cuando ves las flores del valle nuevo podrías verlas como la ofrenda de un altar iluminado, o como parte de un jardín infinito. Su nubosidad baja puedes verla como lluvia fecunda o incienso que se eleva como ofrenda por toda la vida que se renueva.
Conocer las distancias entre una estación y otra del sistema de control y vigilancia de valle nuevo no es relevante; preferible es andar ese lugar extraordinario disfrutando cada recodo, altura, pinar, sabana, barba de viejo y recta del camino que se esfuma entre la niebla.
Escuchar el “viento del pinar” que nos recuerda el místico y su canto:
“Loado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.”
(Cántico a las criaturas. Francisco de Asís. Fragmento)