Realidades y extractos
José Jordi Veras Rodríguez
Hace unas semanas, en nuestro espacio de televisión, entrevistamos al abogado laboralista venezolano, Oscar Hernández. Es un profesional que ha estado en nuestro país desde hace mucho tiempo y conoce la idiosincrasia y el pensar del dominicano, así como el aspecto jurídico, en el área laboral. Está muy consciente de nuestra realidad.
En un momento de la conversación, nos expresó que el mayor problema de gran parte del dominicano, no es que carezca de leyes o códigos o que estos sean malos, lo peor está en que no le gusta “respetar ni cumplir la ley ni asumir su responsabilidad frente a la misma”. Esta aseveración no tiene desperdicios. Es una verdad como templo. Por qué nos cuesta asumir nuestras obligaciones y deberes frente a los demás. Estamos más prestos a exigir, aunque muchas veces no tenemos la razón.
Eso lo vemos en el tránsito, cuando una gran parte asume lo que su voluntad le indique. Aunque tenga que llevarse por delante a cualquier persona.
No nos gusta que otros nos recuerden lo que se supone que por lógica, sentido común y porque lo ordenan las disposiciones, debemos saber. No importa que existan señales que nos digan lo que debemos hacer, terminamos llevando a cabo lo que a cada uno le conviene, y en esa medida, estamos viviendo en pequeñas islas, donde cada ciudadano es un cacique.
No es solamente asunto de educación, aunque esto no deja de ser una de las causas, pero hemos visto y conocemos personas que se asumen hasta intelectuales, pero eso no da decencia ni respeto, si esto no va acompañado de otros elementos. Tiene que ver con la integridad y que tenga claro qué es correcto y que no lo es.
Si la gran mayoría de los dominicanos nos dedicamos a acatar lo que individualmente nos corresponde, todo fuera más sencillo. El asunto viene cuando cada acoge lo que es su obligación dependiendo de si le conviene o no.
El Estado debería dar ejemplo de ello, para exigir ante sus propios conciudadanos lo que a éstos atañe.
La autoridad se impone con el ejemplo. No necesariamente con la coerción. Hay quienes obedecen solo cuando lo que se les impone es la sanción y una bastante seria, pero también, si esto no va acompañado de que desde las instituciones estatales se cumpla la ley, es muy poco lo que estaremos viendo para transformar el desorden bajo el que vivimos.
A veces no se trata de crear más leyes, porque existen ámbitos que ya las tenemos, es un asunto de aplicación y de cumplimiento. Tenemos por ejemplo una Ley de Seguridad Social, sin embargo, son muchas las especificaciones que siempre viven recordándote, que el “seguro no lo cubre”, y se legisla más a favor de los intereses que van en contra de la colectividad, y eso hace a un Estado ante los ojos del ciudadano, injusto e indolente.
Es lo mismo para el caso del tránsito, para volver sobre el mismo tema planteado más arriba. Se tenía la idea que con la ley 63-17, comenzaría a cambiar la realidad en nuestras calles y avenidas, sigue siendo la misma o peor. Entonces en qué hemos avanzado. Se continúa viendo en estadísticas la misma cantidad de muertes por año, cerca de los tres mil. Existen reglamentos de esa misma ley, que aún no son aplicados. En esos puntos, quién sigue fallando, no solo los ciudadanos que andan de forma temeraria, irresponsable, e imprudente, en las vías, sino también el Estado que a través de las instituciones llamadas a regular esa parte, no ha cumplido.
¿Qué tal la supervisión de los vehículos pesados? ¿o de los motores que ya andan en las aceras y los transeúntes por las calles? Son preguntas con respuestas simples: la coerción y el ejemplo del Estado han estado ausente.
Por estas breves anotaciones, más las que usted pueda agregarles, el problema, no es ausencia de leyes, es de aplicación y cumplimiento. Así de