Yo tenía hambre. Me dirigí por enésima vez a un pequeño restaurante donde servían un apetitoso sándwich de jamón y queso. Al entrar me recibió un señor de unos 70 años. Nunca lo había visto. Tenía buenos modales. Reflejaba educación. Aunque intentaba disimularlo, su rostro estaba triste, con la mirada de lejanía que buscaba un horizonte perdido u olvidado.
Me dio las buenas noches y me presentó el menú. Por su acento concluí que no era dominicano. Se retiró prudente. La tentación me invadió de inmediato y, con la excusa de ordenar mi cena, lo llamé y le pregunté de dónde era. “Soy venezolano”, me contestó. Proseguí: ¿por qué usted está en nuestro país? El hombre, cabizbajo, me dijo que por necesidad, que él era un destacado profesional del derecho en Caracas, profesor universitario y con una importante oficina de abogados.
Lo cuestioné sobre su especialidad. Me respondió que el derecho laboral. Como esa materia me encanta, le hice varias preguntas para confirmar lo que me expresaba y me ofreció una verdadera cátedra al respecto. Quedé impresionado. Al final me confesó con dolor: “no quería migrar, amo mi patria, pero no tenía opción”.
Las Naciones Unidas definen al migrante como alguien que ha residido en un país extranjero durante más de un año, independientemente de las causas de su traslado, voluntario o involuntario, o de los medios utilizados, legales o no.
Migrar era un derecho. El beato Juan Bautista Scalabrini afirmaba que la migración no era un placer, sino una necesidad ineludible, por lo que se convierte en un derecho. Pero ahora el papa Francisco nos convida a valorar el “derecho a no migrar” que permita a las personas permanecer en su tierra y llamó a “acoger e integrar” a los inmigrantes, tras el rezo del Ángelus dominical en la recientemente finalizada 109ª Jornada Mundial del Migrante, este año bajo el lema “libres de migrar o permanecer”.
Su Santidad reflexionó: “Emigrar debería ser una elección libre y nunca la única posible, de hecho, el derecho de migrar para muchos se ha convertido en una obligación mientras que debería existir un derecho a no migrar para poder quedarse en su tierra… es necesario que a cada hombre y mujer se le garantice la posibilidad de vivir dignamente en la sociedad en la que se encuentra… la miseria, la guerra y la crisis climática empujan a muchas personas a escapar”.
Al leer al papa Francisco no puedo olvidar al señor de la tierra de Simón Bolívar. Me enteré que regresó a su hogar y se reintegró a su trabajo, lo que me alegró. Espero que esté feliz, ejerciendo su derecho a no migrar.