Soy un entusiasta promotor de las reflexiones del papa Francisco, las cuales han enriquecido el pensamiento social de la Iglesia y son parámetros a seguir en un mundo cada día más complicado.
Recientemente Su Santidad se refirió las responsabilidades de los periodistas o de todos los que de una u otra manera ejercen la comunicación. Se preocupó de que la desinformación y las noticias falsas influyan en la opinión pública.
Se refirió a los cuatro pecados del periodismo: la desinformación, cuando un periodista no informa o informa mal; la calumnia (que a veces se usa); la difamación, que es diferente de la calumnia pero destruye; y el cuarto es (…) el amor al escándalo”. Indicó que las manipulaciones más preocupantes son las que buscan “orientar” a la opinión pública.
Aunque no son mayoría, en los medios de comunicación tenemos verdaderos genios de la manipulación. Por ello siempre debemos leer, ver o escuchar con cuidado lo que se nos presenta; no andemos de incrédulos dando como bueno y válido todo lo que aparece.
En ocasiones voy a programas de televisión y de radio, pero soy más activo escribiendo en redes y periódicos impresos y digitales. A veces me preguntan qué me perturbaba cuando escribo. Sin pensarlo dos veces respondo: me atormenta expresar embustes en las ideas centrales, sin negar que en la forma me tomo pequeñas dispensas.
Escribir representa una responsabilidad muy grande, tenga el autor experiencia o no en ese arte. Cada palabra es una extensión de nosotros y una muestra del desarrollo de nuestra personalidad. Debemos escribir de buena fe y reconocer que nuestras ideas maduran, que se modifican con el tiempo, aunque en esencia seamos las mismas personas.
El que escribe no puede ser miedoso, a sabiendas de que lo que consideramos un deber publicar es algo subjetivo, donde destacamos elementos quizás apenas percibidos por nosotros. Para escribir hay que ser valiente y decente, lo que no siempre es sencillo combinar.
El escritor comprometido defiende con coraje “su verdad” y es humilde para admitir sus errores y limitaciones. “Nuestra verdad” hay que darla a conocer. Baltasar Gracián, uno de mis autores favoritos, escribió que es tan difícil decir la verdad como ocultarla.
Evitemos a los escritores que borraron de su vocabulario palabras como justicia, igualdad, fraternidad, libertad, honestidad, valor y trabajo. Incluso, los hay tan huidizos que prefieren no enterarse de lo cierto, porque los atormenta, los debilita emocionalmente.
Como periodistas y comunicadores, para lograr nuestros propósitos basta aferrarse a la moral universal y a los dictados de nuestra conciencia y si lo logramos nos equivocaremos menos; naturalmente, además, en ese sentido, de seguir los consejos del papa Francisco.