Por: José Jordi Veras Rodríguez
Algo que cada grupo político que sube al poder debe tener bien claro y más el actual, en el que por primera vez el sector empresarial se encuentra en el poder. Porque siempre habían estado pero por vía de otros o teniendo sus intereses en uno que otro candidato presidencial, como le sucedió a un banquero que sin darse cuenta, emitió cheques a favor de dos aspirantes pero uno llegó a manos del otro. Y así se confirmó que a cada uno se le coloca en cada canasta para asegurar una contraprestación.
En fin, ese sector está más que consciente que al igual como en sus empresas, tienen el cuidado de colocar en cada puesto gerencial, a quien le brindará el resultado final de cada proceso como debe ser y que garantice su producción y su terminación. Pues así debe ocurrir con el Estado y las instituciones que tienen que ver con el Ejecutivo. Entendemos, y no somos ingenuos, que una cosa es un empresario siendo político que dirigiendo sus negocios.
Todo esto lo decimos, por lo sucedido recientemente y que aún está causando trastornos graves. Como lo que ocurre en la Dirección General de Pasaportes, que iniciando el año se anunciaba que no habría libretas para las nueva solicitudes y que la brillante idea que tenían era colocar una especie de sello en el pasaporte a quienes se les vencía el mismo para suplir el cambio.
Desde que escuchamos tal iniciativa, supimos que eso iba a provocar peores males y además, qué garantizaba que eso fuera aceptado o avalado a nivel internacional porque resultaba ser una medida interna para salir de la muestra de una trastada que era signo de cuando la incapacidad se junta con la suerte para ser designado en un puesto público.
Al parecer, quien estaba al frente de dicha dependencia estatal, no había creado o hecho el plan para que no dejara de suplirse las libretas de pasaportes y que el servicio no se tornara en ineficaz. Ya se había notado que desde hacía tiempo ir a esas oficinas se convertía en un dolor de cabeza. O sea, que las señalas las estaban dando hace rato y nadie sonó las alarmas del desastre que venía.
Esto no debe extrañarnos y es que aún se mantiene la creencia de que todo aquello que sea público, no tiene dolientes ni debe ser bueno ni excelente. Y eso nos ha dado trabajo. Hemos ido cambiando pero no en la medida de lo exigible hoy.
Hace poco estando de viaje, fuimos testigos de los efectos del famoso sello estampado en el pasaporte, ya que a una sobrina, y eso nos dió vergüenza ajena cuando fue detenida con preguntas por una oficial de Migración de EEUU, al no comprender cómo se habían terminado las libretas, siendo un servicio tan fundamental para un país. Ella no podía comprender, cómo era eso posible y luego de explicación que debimos hacerle como si fuéramos parte de esa dependencia, pudo resolverse algo que podía tornarse color de hormiga por la actitud de la funcionaria migratoria.
Ya podemos comprender lo que otros dominicanos han tenido que atravesar y han atravesado ahora para obtener sus pasaportes, porque resulta chocante pensar que esto haya podido ocurrir a tales niveles que aún con la nueva encargada se está en fase de pre clasificación de las empresas que están licitando para saber cuál o cuáles serían las que serán escogidas para suplir este descuido y muestra de grave incapacidad y falta de gerencia mínima de quien estaba al frente de dicha institución.
Esto que hemos visto en la Dirección General de Pasaportes, es un aprendizaje de lo que supone la continuidad del Estado. Y es que cada cuatro años que gane un partido o grupo distinto, no debe convertirse en que haya necesidad de reinventar todo lo que bueno que pudo haberse hecho. Porque así, no se arranca ni se mantiene la eficiencia y la confianza en lo público.
Ojalá que este sea un ejemplo único y no esté ocurriendo en otro lugar, donde ya se habían logrado niveles de alta gerencia y de buen servicio, y que no se pueden mantener o superar. Porque al fin y al cabo, todos pagamos impuestos para que se pueda brindar el servicio que merecemos y que la imagen de nuestro país no se vea afectada como de remarcarle el sub desarrollo con alguna muesca de desagravio ante una mala gestión tomada por alguien que se olvidó que su compromiso era con el país.
Ojalá y dejemos atrás la incapacidad ante la administración de la cosa pública y de evitar colocar a cualquier compañero, sin tener idea de lo que tiene en sus manos, simplemente, porque apoyó al candidato y le prometieron un puesto. Eso debe ser una mala práctica erradicada. O al menos, cuidar y tener el tacto, de evitar poner a cualquier persona en cargos o puestos públicos tan determinantes.