“Quaerens me, sedisti lassus”. (Buscándome, te sentaste cansado).

I

C argada de agua inútil satisfecha

junto a la corriente se sienta la sed.

El manantial

con las plantas maltrechas le pide de beber.

“¿Cómo tú, siendo un pozo me pides de beber?”

Y ella no comprende que el pozo va sediento de su sed.

II

Cuando me dio de su agua por los aires volé

dejé olvidado el cántaro mil sedientos busqué.

Y ahora voy sedienta de su sed.

La cena

A la mesa del mundo se ha sentado el maestro rodeado de los suyos

los suyos que son nuestros:

La piedra

el polvo

el trueno los corderos y el lobo. Entre mar y montañas por manteles, el prado.

Y a la luz de sus ojos

el pan grande y dorado, el amor entre todos.

Abismal

“Abyssus abyssum invocat” (El abismo llama al abismo)

M e subió a la cima de un monte de fuego: Riscos infinitos. Miríadas de incendios.

Una mole enorme de ascuas y de miedo.

Me lanzó al abismo y por cien milenios van mis alaridos presintiendo el fondo; descuajando días, desgarrando noches.

Todo el pelo en llamas, fibras de tungsteno; ojos inyectados de noche y de fuego.

Fuego en las entrañas brasas en la boca burbujas de azufre ígneas telarañas combustiones locas.

Y esa luz de frente. Densa. Ineluctable. Ofende de pura. Escuece de blanca.

Rosa incandescente

forja de extravíos que cueces la roca:

¡Si al menos me dieras romperme el fondo! Sigue mi alarido, puñal en la estopa.

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