-Fray Radhamés Abreu
Oh, Adviento, tiempo intenso que previamente a la Navidad, te presentas anunciando el nacimiento del Niño Dios, al Mesías, al Redentor, al Enmanuel, que en Belén iba a nacer.
Oh Adviento, tiempo rápido que llega con el susurro de los aires hebreos, preparando los corazones como cual pesebre que acoge el aroma de la morada nocturna y olor a ovejas de los pastores, que como adoradores y guiados por el lucero brillante, se acercaron al comedero de animales, donde la Virgen y José asombrados y colmados de alegría no dejaban de observar la imagen de aquella divina criatura colocada en el pajar, al Infante Divino y humano, al Dios humano y sencillo, al futuro Rabí de Galilea.
Oh, Adviento, primero de la historia, en cuyo tiempo, el profeta Juan el Bautista, desde el desierto, con voz rugiente, proclama y anuncia la llegada del Cristo, Siervo doliente, que bautizado en las aguas del Jordán nos invita a asumir el compromiso bautismal.
Juan, ante Jesús, queda sorprendido ante la voz estruendosa que desde el cielo, se oye, la cual pertenece al Dios Trino y Uno, Dios Todopoderoso, que dice: “Este es mi Hijo amado escúchenlo”. Esta presentación de Jesús, le abre el camino hacia su vida pública, luego que Juan allanara los corazones y Jesús fuera acogido por las gentes.
Oh Adviento, que nos trae la brisa navideña, el ambiente de paz, y el espíritu de saber compartir la alegría de la reconciliación, pero sobre todo, la alegría del acontecimiento salvífico, del nacimiento del Dios-Hijo.
Gracias, Adviento, por traernos a Jesús, a San José y a la Virgen, en la imagen real de la Sagrada Familia. Gracias, por traernos la Palabra hecha carne, anunciada desde los principios de los tiempos. Gracias, por traernos la alegría y el gozo, de sabernos partícipes y ver en aquel Niño en Belén. la manifestación de la gloria de Dios, para el mundo que atónito, no deja de contemplar las maravillas del humilde y pobre pesebre, lugar del nacimiento del Señor de señores y Rey de reyes, Jesús, el Nazareno, quien transformó el interior y el corazón humano, para hacer de ellos, su morada, donde Dios pueda nacer y renacer.
Gracias, Adviento, porque como tiempo no ha pasado y sigue vigente y presente, trayéndonos a Jesús y preparándonos para celebrar con espíritu de fe cristiana, la Navidad.
¡Feliz Navidad!.
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