Nacido de mujer

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Una de las caracte­rísticas de los escritos del apóstol Pablo es que no dicen nada acerca de la vida histó­rica de Jesús, pues Pablo se centra más en el acontecimiento de la Resurrección, en presentar a Jesús como el Señor de la Historia, el “Kyrios”. La Pascua es la fuente de la ins­piración paulina para toda su teología o re­flexión sobre el hecho Jesu­cristo, pero en algunos versículos de su carta, en algunas ocasiones deja claro que Jesús no es un ente celestial glorificado, sino que es un ser que tiene su historia, una humanidad, como dije, no se detiene en ello, pero lo pone de manifiesto.

Uno de los textos donde podemos en­contrar algo de esto es cuando, en la Carta a los Gálatas, aborda el problema de la filia­ción divina de Jesús (Gal 4,1-7), donde comunica que noso­tros también somos participes de ser hijos de Dios en el Hijo Jesús, sobre todo en el recibir los dones salvíficos de la resurrección acaecidos en él. En este texto el apóstol, en uno de los versículos (Gal 4, 4), dice que llegada la plenitud de los tiempos, Dios envía a su Hijo “nacido de mu­jer”; sabemos que Pa­blo nunca habla acerca de María de manera explicita, pues la ma­riología no es su preocupación, sino la so­teriología, es decir la salvación, pero la re­conoce y la hace presente en esta frase.

Ser una persona histórica es precisamente haber venido a este mundo, de manos de una mujer, aunque hoy día se dan otros procesos que no vie­nen al caso, pero situándonos en la épo­ca que aparece Jesús, el carácter histórico de un ser humano comenzaba por ser hijo de una madre. La historicidad de Jesús comienza por María, la tradición cristiana así lo re­conoce, con sus acentos o detrimento de­pendiendo de la de­nominación cristiana a la que se pertenezca, pero el carácter maternal de la venida de Cristo es un hecho in­dudable, como testigos más acusiantes tene­mos los evangelios, y con acento mayor esto que nos comunica Pablo al decir que el Salvador del mundo es “nacido de mujer”.

En otro texto, Ro­mano 1, 3 Pablo dice que Jesús nace descendiente de David, según la carne; podría este texto alternar otras im­plicaciones y posibilidades, que no es el caso, pero la aseveración a la carne alude al hecho del Hijo de Dios hacerse uno de nosotros, humano e  histó­rico, y agregando lo anterior nacido de la carne de una mujer, que dispone su cuerpo para ser receptáculo y prestar sus funciones humanas para que la humanidad del redentor se haga visible, se haga historia.

La expresión paulina “nacido de mujer”, implica por parte de Pablo el reconoci­miento de la humani­dad histórica de Jesús, que él no llega en paracaídas, llega por el camino en que todos los humanos hemos venido a este mundo, reconoce el nacimiento carnal e histórico de Jesús, alude en términos litúrgicos a la navidad. Pero también el Apóstol de los gentiles reconoce la maternidad de María, pues aunque en Romanos como hemos visto habla solo de la carne, aquí da un paso más y habla de mujer, de una mujer, la madre de Jesús, pues todo ser histórico tiene madre y la de Jesús es María.

En nuestra pastoral hoy día existe la amenaza de olvidarnos de la humanidad del salvador, de su historia, y centrarnos en su divi­nidad o hacer paralelos entre una y otra, y nin­guna de estas dos posturas es el camino, Jesús es humano “nacido de mujer”, hijo de María, pero es también el Hijo del Dios redentor nuestro, los dos caminos de ser en este universo, como es el nuestro, aunque al revés, poder desde nuestra humanidad llegar hasta la divinidad.

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