Monseñor Freddy Bretón Martínez • Arzobispo Metropolitano de Santiago

Un punto muy favorable que he ido resaltando en este ministerio ‘jacobino’ es éste: al serle aceptada la renuncia por edad a  Mons. Valentín Reynoso, solicité al Papa Francisco nombrar a Mons. Tomás Morel como obispo auxiliar, y así lo hizo. De ese modo se reforzó el servicio episcopal. Mons. Valentín pudo continuar trabajando ahora con mayor libertad, y los tres obispos servimos en plena armonía a la querida Arquidiócesis de Santiago. A esto se le suma el valioso aporte de los obispos eméritos residentes en Santiago: Mons. Ramón De la Rosa, Mons. Rafael Felipe y Mons. Nicanor Peña.

En todo el clero he encontrado una gran disponibilidad para servir donde se necesite y también para aceptar las correcciones, cuando he tenido que hacerlo. Alguna excepción —según suele decirse— sólo confirma la regla. Considero un grandísimo acierto haber puesto al frente de la Vicaría del Clero a monseñor Tomás Morel, asistido por el padre Amauri Rosario. De ese modo le dimos carácter a dicha Vicaría, jugando ésta un rol excepcional en cuanto se refiere al ministerio y a la vida del clero arquidiocesano. Esto se ha logrado a pesar de la carga de trabajo, la escasez de personal y las limitaciones económicas.

En diversas ocasiones he resaltado la riqueza pastoral y espiritual de esta Arquidiócesis, manifestada en la diversidad de ministerios y carismas, y en el compromiso de los consagrados, viudas y vírgenes, hombres y mujeres, y en la fe operante de muchos bautizados.

Muy buena ha sido mi experiencia en cuanto a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, con su Rector el Padre Alfredo De la Cruz, la Junta de Directores, así como los docentes, administrativos y el personal de apoyo. El campo educativo no me era ajeno, ni mucho menos la PUCMM, pues estuve vinculado a ella en el Recinto Santo Tomás de Aquino de Santo Domingo como Director de la carrera de filosofía,  y luego como obispo delegado a la Junta de Directores en varias oportunidades. En algunos medios me han llamado egresado de la referida universidad, pero soy más bien ‘ingresado’, pues no hice ninguna carrera en ella. Sólo me interesaban algunas asignaturas que no estaban en el pensum cuando yo cursé la filosofía y me inscribí para recibirlas. Así estudié y aprobé Filosofía del lenguaje, Estética, Historia y Cultura Dominicanas, entre otras.

Nueva ha sido para mí la experiencia de la radio y la televisión. Utilizaba esos medios muy esporadícamente. Gracias a internet, El Despertar del Cristiano, de muy larga tradición en toda esta región, llega ahora incluso a los dominicanos que habitan fuera del país. Me consta el aprecio que un gran número de fieles mantiene hacia ese programa radial. Lo escucha gente de la ciudad y de los campos. Algunos lo oyen en el vehículo, y sé de otros que a esa hora tienen que desplazarse de un punto a otro y llevan consigo su radito. Creo que las limitaciones que ha traído la pandemia han aumentado la necesidad de buscar a Dios. Esto se nota en el creciente aprecio por estos programas, así como por las transmisiones de la liturgia a través de la TV o de las redes sociales. No soy quién para decir dónde se escucha más El despertar del cristiano, pero creo que como la zona de San Víctor, Moca, o de La Canela en Santiago hay pocas. Lo acabo de ver de nuevo en estos días. Yo he introducido la costumbre de invitar a la gente a acompañarme en el canto que pongo para el intermedio, y sé que mucha gente disfruta ese momento. En la toma de posesión al llegar a Santiago, Mons. De la Rosa me dijo al oído: “Santiago tendrá ahora un arzobispo que entona mejor”. No sé si mejor o peor, pero sin proponérselo, este arzobispo está ‘entonando’ en el Despertar del Cristiano. Todo sea para la gloria de Dios

1 COMENTARIO