“Vayan con Dios … y todos los santos”.

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Siempre que salíamos de la casa y nos despedíamos de mamá, ella nos decía:

Aún recuerdo el ventorrillo 

donde vendían a chele

en blanco y negro la tele

aquel punzante cadillo,

el usado molenillo

para batir la champola

mi mamá con su batola

pegada de su fogón

y el callejero pregón

poste de luz y farola.

En mayo los torrenciales

aguaceros bajo un caño

disfrutando de aquel baño

como felices chavales,

y en tiempo de carnavales

disfrazados de lechón 

un pelao o un gran chichón 

por montar en patineta

y la ñapa: una chupeta

o un chin chin de salchichón.

La mambá con el casabe

era un manjar exquisito

coconete o pastelito

con un mabí (¡aún me sabe!)

al río con un enllave

me iba en cualquier momento

lo mismo que al Monumento 

escondido y sin permiso

y llegaba (sobreaviso)

el respectivo escarmiento.

Estoy que me río solo

al evocar esos años 

que hoy parecen tan extraños 

a uno que otro pipiolo,

son vivencias que acrisolo

como lo hacen otros tantos

que atesoran los encantos 

de aquel tiempo acontecido

mismo que fue bendecido

por Dios y todos los santos.-

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